miércoles, 10 de octubre de 2012

NUEVAS PUNTUALIZACIONES SOBRE LAS NEUROPSICOSIS DE DEFENSA (1896)




Dos años han transcurrido desde la primera vez –“Las neuropsicosis de defensa” (1894)- que Freud concibió agrupar la histeria, las representaciones obsesivas y ciertas psicosis o confusiones alucinatorias, como originadas por un mismo mecanismo psicológico de defensa cuyo núcleo es la represión de las representaciones penosamente inconciliables con el yo.

En aquella ocasión, sólo se limita a explicar de manera general como los destinos que se le otorgan a la “suma de excitación” divorciada de las representaciones inconciliables por la defensa, son los que determinarían y delimitarían las neurosis: 
conversión a lo somático (Histeria); sustitución de representaciones (neurosis obsesiva); negación tanto de la representación inconciliable como de su afecto (psicosis).

En el anterior artículo en cambio -“La herencia y la etiología de las neurosis” (1896)-ya señalábamos el paso que se daba desde esta mera afirmación de que el mecanismo psicológico de defensa se activaba por un conflicto representacional a la afirmación de vivencias sexuales puntuales –abusos sexuales infantiles- como las “causas especificas” de estas neurosis.

Ahora, el presente artículo se esfuerza por desarrollar aquel punto; la correlación especifica entre vivencias sexuales y neurosis.


I. La participación pasiva en un abuso infantil como la “causa especifica” de la histeria.

Que los síntomas de la histeria sólo se vuelvan inteligibles reconduciéndolos a unas vivencias de eficacia “traumática”, y que estos traumas psíquicos se refieren a la vida sexual, he ahí algo que Breuer y yo hemos declarado ya en publicaciones anteriores. Lo que hoy tengo para agregar, como el resultado uniforme de los análisis, por mí realizados, de trece casos de histeria, atañe por un lado a la naturaleza de estos traumas sexuales, y por el otro al período de la vida en que ocurrieron. Para la causación de la histeria no basta que en un momento cualquiera de la vida se presente una vivencia que de alguna manera roce la vida sexual y devenga patógena por el desprendimiento y la sofocación de un afecto penoso. Antes bien, es preciso que estos traumas sexuales correspondan a la niñez temprana (el período de la vida anterior a la pubertad), y su contenido tiene que consistir en una efectiva irritación de los genitales (procesos semejantes al coito).
Hallé cumplida esta condición específica de la histeria –pasividad sexual en períodos presexuales- en todos los casos de histeria analizados (entre ellos, dos hombres). (Pág. 164)

Regla del período de latencia.
Estas vivencias sexuales que son “causas específicas”, al estar circunscritas a la etapa infantil, caen en una especie de estado de latencia del que son despertadas luego en la vida adulta por la acción de “causas ocasionadoras”.
Todas las vivencias y excitaciones que preparan u ocasionan el estallido de la histeria en el período de la vida posterior a la pubertad sólo ejercen su efecto, comprobadamente, por despertar la huella mnémica de esos traumas de la infancia, huella que no deviene entonces conciente, sino que conduce al desprendimiento de afecto y a la represión. (Pág. 167)


II. La participación activa en una vivencia sexual temprana (acción placentera) como la “causa específica” de la neurosis obsesiva.

En la etiología de la neurosis obsesiva, unas vivencias sexuales de la primera infancia poseen la misma significatividad que en la histeria; empero, ya no se trata aquí de una pasividad sexual, sino de unas agresiones ejecutadas con placer y de una participación, que se sintió placentera, en actos sexuales; vale decir, se trata de una actividad sexual. A esta diferencia en las constelaciones se debe que la neurosis obsesiva parezca preferir al sexo masculino. (Pág. 169)

Hipótesis del abusador; abusado.
En todos mis casos de neurosis obsesiva he hallado un trasfondo de síntomas histéricos que se dejan reconducir a una escena de pasividad sexual anterior a la acción placentera. Conjeturo que esta conjugación es acorde a la ley, y que una agresión sexual prematura presupone siempre una vivencia de seducción. (Pág. 169)

Definición de representaciones obsesivas.
Las representaciones obsesivas son siempre reproches mudados, que retornan de la represión {desalojo} y están referidos siempre a una acción de la infancia, una acción sexual realizada con placer. (Pág. 170)

Freud aventura una descripción de la trayectoria típica de una neurosis obsesiva, que bien podría aplicarse en mayor o menor grado a las demás psiconeurosis de defensa: 
1) Vivencia sexual infantil; 2) Represión; 3) Retorno de lo reprimido; 4) Formaciones patológicas de compromiso.


III. Análisis de un caso de paranoia crónica.
Caso señora P.
La señora P. tiene treinta y dos años de edad, está casada desde hace tres, es madre de un niño de dos años; sus progenitores no son nerviosos; empero, sé que sus dos hermanos son neuróticos igual que ella. Es dudoso que promediando su tercera década de vida no sufriera alguna depresión pasajera y extravío de juicio; en los últimos años permaneció sana y productiva, hasta que seis meses después de nacido su hijo dejó discernir los primeros indicios de la afectación presente. Se volvió huraña y desconfiada, mostraba aversión al trato con los hermanos y hermanas de su marido y se quejaba de que los vecinos de la pequeña ciudad en que vivía habían variado su comportamiento hacia ella, siendo ahora descorteses y desconsiderados. Estas quejas aumentaron poco a poco en intensidad, aunque no en su precisión: decía que tenían algo contra ella, aunque no vislumbraba qué pudiera ser. Pero no había duda –según ella- de que todos, parientes y amigos, le faltaban al respeto, hacían lo posible para mortificarla. Se quiebra la cabeza para averiguar a qué se debe, y no lo sabe. Algún tiempo después, se queja de ser observada, le coligen sus pensamientos, se sabe todo cuanto le pasa en su hogar. Una siesta le acudió repentinamente el pensamiento de que a la noche la observaban cuando se desvestía. Desde ese momento recurrió para desvestirse a las más complicadas medidas precautorias, se deslizaba a oscuras dentro de la cama y sólo se desvestía bajo las mantas. Como rehuía todo trato, se alimentaba mal y andaba muy desazonada, en el verano de 1895 la internaron en un instituto de cura de aguas. Allí afloraron nuevos síntomas y se le reforzaron los existentes. Ya en la primavera, cierto día tuvo de pronto, estando sola con su mucama, una sensación en el regazo, y a raíz de ella pensó que la muchacha tenía en ese momento un pensamiento indecente. Esta sensación se volvió en el verano más frecuente, casi continua; sentía sus genitales “como se siente una mano pesada”. Luego empezó a ver imágenes que la espantaban, alucinaciones de desnudeces femeninas, en particular de un regazo femenino desnudo, con vello; en ocasiones, también genitales masculinos. La imagen del regazo velludo y la sensación de órgano en el regazo le acudían las más de las veces juntas. Las imágenes eran muy martirizadoras para ella, pues las tenía cuando estaba en compañía de una mujer, y entonces seguía la interpretación de que ella veía a esa mujer en desnudez indecorosa, pero en el mismo momento esta tenía la misma imagen de ella. Simultáneamente con estas alucinaciones visuales –que tornaron a desaparecer durante varios meses tras su primer ingreso en el instituto de salud-, empezaron unas voces que la fastidiaban, que ella no reconocía ni sabía explicar. Si andaba por la calle, eso decía: “Esta es la señora P. –Ahí va ella. ¿Adónde irá?”. Cada uno de sus movimientos y acciones eran comentados, a veces oía amenazas y reproches. Todos estos síntomas la hostigaban más cuando estaba en compañía o iba por la calle; por eso se rehusaba a salir. Luego tuvo asco a la comida y decayó rápidamente. (Págs. 175-176-177)

Freud concibe la idea de que la paranoia sea un tipo de neuropsicosis de defensa, es decir, que guarda junto con la histeria y las representaciones obsesivas; la característica de ser expresiones de un proceso de represión de representaciones penosas para el yo (mecanismo psicológico de defensa), cuyos síntomas se determinan por este mismo contenido de lo reprimido, vinculo que sale a la luz a través del método del psicoanálisis.

Esta idea cree demostrarla al retrotraer la paranoia de la señora P. a una vivencia sexual que sostuvo ella con su hermano –de los 6 a los 10 años de edad-, y cuyo recuerdo reprimió durante mucho tiempo, pero que ahora le retornaba deformado en diversos síntomas: las visiones de torsos desnudos y genitales, las voces de reproche, el resentimiento y resquemor frente a los demás (sensación de culpa/persecución).




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