lunes, 29 de octubre de 2012

Extracto del capítulo “La psicopatología primitiva” (Ernest Jones)



Lo siguiente es un extracto del capítulo XII “La psicopatología primitiva” del primer tomo del libro “Vida y obra de Sigmund Freud” escrita por Ernest Jones donde intenta resumir los desarrollos teóricos del período 1889-97 del fundador del psicoanálisis, mismo periodo que hemos trabajado hasta aquí.  


Técnica.
Luego de tratar a los pacientes, durante un año o dos, con los habituales recursos del descanso, los masajes, la hidroterapia y la estimulación eléctrica, Freud comenzó a usar sistemáticamente el hipnotismo a fines de 1887. Descontento con los aspectos puramente “de sugestión” del mismo, reeditó, a mediados de 1889 el “método catártico” de Breuer. En el otoño de 1892 comenzó a dejar de lado la hipnosis, que reemplazó con la “técnica de concentración”, para lo cual se ayudaba con el recurso de presionar repetidamente la frente del paciente. Su objetivo era el de revivir los recuerdos sepultados por el método de seguir detalladamente todo lo que el paciente asociaba con sus síntomas. Descartó completamente la hipnosis después de 1896, año este en que por primera vez utilizó el término “psicoanálisis”.
La evolución de su técnica consistió esencialmente en ir prescindiendo, en la búsqueda de los recursos, de los recursos que había utilizado: dirigir, presionar (la frente), sugerir, interrogar, etcétera. En lugar de todo esto adoptó una actitud pasiva, que sólo interrumpía de vez en cuando para llamar la atención del paciente sobre las relaciones que éste pasaba por alto. Gradualmente fue prestando más atención a la “resistencia” que a la búsqueda directa de recuerdos olvidados.
Con este refinamiento creciente de su procedimiento, Freud había forjado un instrumento con el que pudo penetrar en las capas inconscientes del psiquismo.


Neurosis de causa física.
En 1892 describió dos neurosis de esta índole, que delineó tanto en su sintomatología como en su etiología. Publicó las conclusiones respectivas en 1895. Encontró, en cuanto a la neurastenia propiamente dicha, que estaba relacionada con una descarga sexual inadecuada, y especialmente con la masturbación. La neurosis de angustia, a su vez, estaba asociada a una excitación sexual indebida, cuyos efectos habían sido impedidos penetrar en la conciencia. En cuanto a esta última afección, era opinión de Freud que la energía sexual desviada de su curso se transformaba en angustia mórbida. Destacaba, al mismo tiempo, la semejanza de las manifestaciones físicas de esta angustia (palpitaciones, etc.) con las manifestaciones concomitantes del coito.


Psiconeurosis.
Freud inició su labor en este terreno con conocimiento de las contribuciones al tema realizadas por Breuer y por Charcot. Los trabajos de este último, con su insistencia en la importancia del trauma, perjudicaron su percepción de los aspectos dinámicos, y en cuanto a los de Breuer, el destacado papel que en ellos se atribuía a los estados hipnoides constituyó una demora para la plena valoración de la importancia de los mecanismos de defensa.
Sus observaciones personales en cuanto a los fenómenos de la “resistencia” y la “transferencia” datan aproximadamente de 1890 y 1892 respectivamente. Según declaró años después, estos dos conceptos debía considerarse el signo distintivo del psicoanálisis. El aporte más importante y original de Freud, en este terreno, fue su descubrimiento, en 1894, de que las psiconeurosis se deben a una intolerancia con respecto a recuerdos referentes a experiencias sexuales infantiles, cosa que condujo más tarde al descubrimiento de la sexualidad infantil (18989).
Comprobó que en la histeria las experiencias eran característicamente pasivas, en tanto que eran de naturaleza activa en la neurosis obsesiva. Creyó que las primeras eran experiencias de seducción, que a menudo se debería a adultos, pero a mediados de 1897 descubrió que los “recuerdos” en cuestión tenían su origen, la mayor parte de las veces, en fantasías.
Freud logró descubrir las diferentes etapas del conflicto entre el yo y los recuerdos penosos, desde el comienzo, y a correlacionar éstos con las correspondientes fases del desarrollo de las neurosis.


Teoría psicopatológica.
El aporte más importante de Freud en este terreno, entre 1890 y 1896, consiste en haber asignado su debida importancia a lo que él denominó la “defensa” manifestada por el yo consciente frente a ideas demasiado dolorosas para ser aceptadas. De esto se sigue, por un lado, toda la concepción del inconsciente disociado y las diversas y complicadas consecuencias del conflicto intrapsíquico, y por otro lado, el estudio detallado de cuáles eran precisamente estas ideas insoportables y por qué lo eran.
En 1892 escribía acerca de la tendencia de la psique a producir ideas “antitéticas”, que estorban a los propósitos conscientes. Pero ya antes de esto había comprobado el esfuerzo que demandaba el superar, en la mente de sus pacientes, la oposición a recuperar los recuerdos perdidos, oposición a la que dio el nombre de “resistencia”.
Dedujo entonces sin dificultad que la resistencia que mantiene alejados de la conciencia los recuerdos era simplemente, dicho de otro modo, la fuerza que los había alejado de ella desde el principio, fuerza a la que primeramente denominó “defensa”, poco después “represión”.
Esta idea de una represión voluntaria fue surgiendo paulatinamente. Antes de eso se había sentido intrigado por el problema de por qué el afecto de que venía investida la idea “disociada” no había sido descargado siguiendo las vías habituales, por qué la experiencia traumática no había sido absorbida. El hecho de que en tales circunstancias el afecto se canaliza por vía somática (conversión) o bien se desplaza a otras ideas (neurosis obsesiva), se debía a la represión.
La primitiva idea de un “trauma” sufrido en forma pasiva, es decir, de una seducción sexual, a la que estuvo adherido por mucho tiempo gracias a la influencia de las enseñanzas de Charcot, cedió su lugar, luego de cuatro años de insistencia, a la comprobación de que el paciente mismo, en cada caso, había participado personalmente en la experiencia. El concepto estático fue reemplazado por un concepto dinámico. Existían deseos e impulsos de los que el paciente se sentía responsable, y gracias a esta comprobación se hizo más inteligible el proceso de la represión volitiva.
En definitiva, el descubrimiento del carácter sexual de las experiencias olvidadas hizo que la comprobación de la sexualidad infantil resultara, a la corta o a la larga, inevitable. En la forma que había tomado ésta, en cada caso, Freud veía la respectiva “predisposición” a las diferentes psiconeurosis (y más tarde, a la formación del carácter), que anteriormente se atribuía exclusivamente a factores hereditarios.
Quedaba aún en pie el misterio de por qué el recuerdo de una determinada experiencia resultaba ser más patógeno, años más tarde, que en su tiempo la experiencia misma. Aquí Freud describió el proceso que denominó “retorno de lo reprimido” y trató de ofrecer una explicación en términos de cambios cuantitativos en el afecto en diferentes edades y en situaciones cambiantes.


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