Lo siguiente es un
extracto del capítulo XII “La
psicopatología primitiva” del primer tomo del libro “Vida y obra de Sigmund Freud” escrita por Ernest Jones donde
intenta resumir los desarrollos teóricos del período 1889-97 del fundador del psicoanálisis,
mismo periodo que hemos trabajado hasta aquí.
Técnica.
Luego de tratar a los
pacientes, durante un año o dos, con los habituales recursos del descanso, los
masajes, la hidroterapia y la estimulación eléctrica, Freud comenzó a usar
sistemáticamente el hipnotismo a fines de 1887. Descontento con los aspectos
puramente “de sugestión” del mismo, reeditó, a mediados de 1889 el “método catártico”
de Breuer. En el otoño de 1892 comenzó a dejar de lado la hipnosis, que
reemplazó con la “técnica de concentración”, para lo cual se ayudaba con el
recurso de presionar repetidamente la frente del paciente. Su objetivo era el
de revivir los recuerdos sepultados por el método de seguir detalladamente todo
lo que el paciente asociaba con sus síntomas. Descartó completamente la
hipnosis después de 1896, año este en que por primera vez utilizó el término “psicoanálisis”.
La evolución de su
técnica consistió esencialmente en ir prescindiendo, en la búsqueda de los
recursos, de los recursos que había utilizado: dirigir, presionar (la frente),
sugerir, interrogar, etcétera. En lugar de todo esto adoptó una actitud pasiva,
que sólo interrumpía de vez en cuando para llamar la atención del paciente
sobre las relaciones que éste pasaba por alto. Gradualmente fue prestando más
atención a la “resistencia” que a la búsqueda directa de recuerdos olvidados.
Con este refinamiento
creciente de su procedimiento, Freud había forjado un instrumento con el que
pudo penetrar en las capas inconscientes del psiquismo.
Neurosis de causa física.
En 1892 describió dos
neurosis de esta índole, que delineó tanto en su sintomatología como en su
etiología. Publicó las conclusiones respectivas en 1895. Encontró, en cuanto a
la neurastenia propiamente dicha, que estaba relacionada con una descarga
sexual inadecuada, y especialmente con la masturbación. La neurosis de
angustia, a su vez, estaba asociada a una excitación sexual indebida, cuyos
efectos habían sido impedidos penetrar en la conciencia. En cuanto a esta
última afección, era opinión de Freud que la energía sexual desviada de su
curso se transformaba en angustia mórbida. Destacaba, al mismo tiempo, la
semejanza de las manifestaciones físicas de esta angustia (palpitaciones, etc.)
con las manifestaciones concomitantes del coito.
Psiconeurosis.
Freud inició su labor
en este terreno con conocimiento de las contribuciones al tema realizadas por
Breuer y por Charcot. Los trabajos de este último, con su insistencia en la
importancia del trauma, perjudicaron su percepción de los aspectos dinámicos, y
en cuanto a los de Breuer, el destacado papel que en ellos se atribuía a los
estados hipnoides constituyó una demora para la plena valoración de la
importancia de los mecanismos de defensa.
Sus observaciones personales
en cuanto a los fenómenos de la “resistencia” y la “transferencia” datan
aproximadamente de 1890 y 1892 respectivamente. Según declaró años después,
estos dos conceptos debía considerarse el signo distintivo del psicoanálisis. El
aporte más importante y original de Freud, en este terreno, fue su
descubrimiento, en 1894, de que las psiconeurosis se deben a una intolerancia
con respecto a recuerdos referentes a experiencias sexuales infantiles, cosa
que condujo más tarde al descubrimiento de la sexualidad infantil (18989).
Comprobó que en la
histeria las experiencias eran característicamente pasivas, en tanto que eran
de naturaleza activa en la neurosis obsesiva. Creyó que las primeras eran
experiencias de seducción, que a menudo se debería a adultos, pero a mediados
de 1897 descubrió que los “recuerdos” en cuestión tenían su origen, la mayor
parte de las veces, en fantasías.
Freud logró descubrir
las diferentes etapas del conflicto entre el yo y los recuerdos penosos, desde
el comienzo, y a correlacionar éstos con las correspondientes fases del
desarrollo de las neurosis.
Teoría psicopatológica.
El aporte más
importante de Freud en este terreno, entre 1890 y 1896, consiste en haber
asignado su debida importancia a lo que él denominó la “defensa” manifestada
por el yo consciente frente a ideas demasiado dolorosas para ser aceptadas. De esto
se sigue, por un lado, toda la concepción del inconsciente disociado y las
diversas y complicadas consecuencias del conflicto intrapsíquico, y por otro
lado, el estudio detallado de cuáles eran precisamente estas ideas
insoportables y por qué lo eran.
En 1892 escribía
acerca de la tendencia de la psique a producir ideas “antitéticas”, que
estorban a los propósitos conscientes. Pero ya antes de esto había comprobado
el esfuerzo que demandaba el superar, en la mente de sus pacientes, la
oposición a recuperar los recuerdos perdidos, oposición a la que dio el nombre
de “resistencia”.
Dedujo entonces sin
dificultad que la resistencia que mantiene alejados de la conciencia los
recuerdos era simplemente, dicho de otro modo, la fuerza que los había alejado
de ella desde el principio, fuerza a la que primeramente denominó “defensa”,
poco después “represión”.
Esta idea de una
represión voluntaria fue surgiendo paulatinamente. Antes de eso se había
sentido intrigado por el problema de por qué el afecto de que venía investida
la idea “disociada” no había sido descargado siguiendo las vías habituales, por
qué la experiencia traumática no había sido absorbida. El hecho de que en tales
circunstancias el afecto se canaliza por vía somática (conversión) o bien se
desplaza a otras ideas (neurosis obsesiva), se debía a la represión.
La primitiva idea de
un “trauma” sufrido en forma pasiva, es decir, de una seducción sexual, a la que
estuvo adherido por mucho tiempo gracias a la influencia de las enseñanzas de
Charcot, cedió su lugar, luego de cuatro años de insistencia, a la comprobación
de que el paciente mismo, en cada caso, había participado personalmente en la
experiencia. El concepto estático fue reemplazado por un concepto dinámico. Existían
deseos e impulsos de los que el paciente se sentía responsable, y gracias a
esta comprobación se hizo más inteligible el proceso de la represión volitiva.
En definitiva, el
descubrimiento del carácter sexual de las experiencias olvidadas hizo que la
comprobación de la sexualidad infantil resultara, a la corta o a la larga,
inevitable. En la forma que había tomado ésta, en cada caso, Freud veía la
respectiva “predisposición” a las diferentes psiconeurosis (y más tarde, a la
formación del carácter), que anteriormente se atribuía exclusivamente a
factores hereditarios.
Quedaba aún en pie el
misterio de por qué el recuerdo de una determinada experiencia resultaba ser
más patógeno, años más tarde, que en su tiempo la experiencia misma. Aquí Freud
describió el proceso que denominó “retorno de lo reprimido” y trató de ofrecer
una explicación en términos de cambios cuantitativos en el afecto en diferentes
edades y en situaciones cambiantes.
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