5. CASO ELISABETH VON R.
I. EXPOSICIÓN DEL CASO
Edad: 24 años.
Sintomatología: dolor intenso en las piernas.
Se quejaba de grandes dolores al caminar, y
de una fatiga que le sobrevenía muy rápido al hacerlo y al estar de pie; al
poco rato buscaba una postura de reposo en que los dolores eran menores, pero
en modo alguno estaban ausentes. El dolor era de naturaleza imprecisa; uno
podía sacar tal vez en limpio: era una fática dolorosa. (Pág. 151)
Dos criterios para un diagnostico diferencial de
histeria:
i)
Imprecisión del dolor y dificultad de su descripción
por parte del paciente:
Era llamativo cuán imprecisas sonaban todas las indicaciones de la
enferma, de gran inteligencia sin embargo, acerca de los caracteres de sus
dolores. Un enfermo que padezca dolores orgánicos, si no sufre de los nervios
además de esos dolores, los describirá con precisión y tranquilidad: por
ejemplo, dirá que son lacerantes, le sobrevienen con ciertos intervalos, se
extienden de esta a esta otra parte, y que en su opinión, los provoca tal o
cual influjo. El neurasténico que describe sus dolores impresiona como si
estuviera ocupado con un difícil trabajo intelectual, muy superior a sus
fuerzas. La expresión de su rostro es tensa y como deformada por el imperio de
un afecto penoso; su voz se vuelve chillona, lucha para encontrar las palabras,
rechaza cada definición que el médico le propone para sus dolores, aunque más
tarde ella resulte indudablemente la adecuada; es evidente, opina que el
lenguaje es demasiado pobre para prestarle palabras a sus sensaciones, y estas
mismas son algo único, algo novedoso que uno podría describir de manera
exhaustiva, y por eso no cesa de ir añadiendo nuevos y nuevos detalles… (Pág.
152)
ii)
Señal de voluptuosidad en la experiencia del dolor:
Cuando en la señorita Elisabeth Von R. se pellizcaba u oprimía la piel y
la musculatura hiperálgicas de la pierna, su rostro cobraba una peculiar
expresión, más de placer que de dolor; lanzaba unos chillidos –yo no podía
menos que pensar: como a raíz de unas voluptuosas cosquillas-, su rostro
enrojecía, echaba la cabeza hacia atrás, cerraba los ojos, su tronco se
arqueaba hacia atrás. (…)
El gesto no armonizaba con el dolor que supuestamente era excitado por
el pellizco de los músculos y la piel; probablemente concordaba mejor con el
contenido de los pensamientos escondidos tras ese dolor y que uno despertaba en
la enferma mediante la estimulación de las partes del cuerpo asociadas con
ellos. (Pág. 152)
A pesar del aura
histérica que se advierte en los dolores de Elisabeth, Freud no descarta de
antemano la posibilidad de que estos se funden en una alteración orgánica real
de los músculos, por lo que propone la aplicación de un método mixto:
masajes,
faradización y descargas eléctricas, al mismo tiempo que se implementa una
intervención psicológica de la paciente.
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