miércoles, 26 de septiembre de 2012

LAS NEUROPSICOSIS DE DEFENSA “Ensayo de una teoría psicológica de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis alucinatorias” (1894)



Muchas de las observaciones realizadas en los enfermos histéricos parecen justificar la concepción de la existencia de cierto tipo de escisión de la conciencia en la base de estos fenómenos.

Tres son las principales posturas que intentan explicar la formación de esta escisión:

1) Como consecuencia de una degeneración hereditaria.
Según la doctrina de Janet, la escisión de conciencia es un rasgo primario de la alteración histérica. Tiene por base una endeblez innata de la aptitud para la síntesis psíquica, un estrechamiento del “campo de conciencia”, que como estigma psíquico testimonia la degeneración de los individuos histéricos. (Pág. 48) 

2) Como consecuencia de la profundización de estados de ensoñación.
Según Breuer, “base y condición” de la histeria es el advenimiento de unos estados de conciencia peculiarmente oníricos, con una aptitud limitada para la asociación, a los que propone denominar “estados hipnoides”. La escisión de conciencia es, pues, secundaria, adquirida; se produce en virtud de que las representaciones que afloran en estados hipnoides están segregadas del comercio asociativo con el restante contenido de conciencia. (Pág. 48)

3) Como consecuencia de un mecanismo psíquico de defensa.
La escisión del contenido de conciencia es la consecuencia de un acto voluntario del enfermo, vale decir, es introducida por un empeño voluntario cuyo motivo es posible indicar. (Pág. 48)

Freud, quien se identifica con esta tercera postura, la desarrolla en los siguientes términos:
Esos pacientes por mí analizados gozaron de salud psíquica hasta el momento en que sobrevino un caso de inconciliabilidad en su vida de representaciones, es decir, hasta que se presentó a su yo una vivencia, una representación, una sensación que despertó un afecto tan penoso que la persona decidió olvidarla, no confiado en poder solucionar con su yo, mediante un trabajo de pensamiento, la contradicción que esa representación inconciliable le oponía.
En personas del sexo femenino, tales representaciones inconciliables nacen las más de las veces sobre el suelo del vivenciar y el sentir sexuales, y las afectadas se acuerdan con toda la precisión deseable de sus empeños defensivos, de su propósito de “ahuyentar” {“empujar lejos”} la cosa, de no pensar en ella, de sofocarla. (Pág. 49)

Acerca del camino que desde el empeño voluntario del paciente lleva a la génesis del síntoma neurótico, me he formado una opinión que acaso en las abstracciones psicológicas usuales se podría expresar así: la tarea que el yo defensor se impone, tratar como “no acontecida” la representación inconciliable, es directamente insoluble para él; una vez que la huella mnémica y el afecto adherido a la representación están ahí, ya no se les puede extirpar. Por eso equivale a una solución aproximada de esta tarea lograr convertir esta representación intensa en una débil, arrancarle el afecto, la suma de excitación que sobre ella gravita. Entonces esa representación débil dejará de plantear totalmente exigencias al trabajo asociativo; empero, la suma de excitación divorciada de ella tiene que ser aplicada a otro empleo. (Pág. 50)
 
Es precisamente en el destino que encuentra esta “suma de excitación “divorciada por el mecanismo de defensa, donde Freud observa la posibilidad de poder explicar la etiología de la histeria, de ciertas representaciones obsesivas, fobias y psicosis.

- Destino Uno (Histeria): Trasposición a lo somático (Conversión)
En la histeria, el modo de volver inocua la representación inconciliable es trasponer a lo corporal la suma de excitación, para lo cual yo propondría el nombre de conversión.
La conversión puede ser total o parcial, y sobrevendrá en aquella inervación motriz o sensorial que mantenga un nexo, más íntimo o más laxo, con la vivencia traumática. El yo ha conseguido así quedar exento de contradicción, pero, a cambio, ha echado sobre sí el lastre de un símbolo mnémico que habita la conciencia a modo al modo de un parásito, sea como una inervación motriz irresoluble o como una sensación alucinatoria que de continuo retorna, y que permanecerá ahí hasta que sobrevenga una conversión en la dirección inversa. En tales condiciones, la huella mnémica de la representación reprimida {esforzada al desalojo} no ha sido sepultada, sino que forma en lo sucesivo el núcleo de un grupo psíquico segundo. (Págs. 50-51)

En una dirección inversa se apoyaría entonces, la psicoterapia:
El efecto del método catártico de Breuer consiste en volver a guiar la excitación, con conciencia de la meta, de lo corporal a lo psíquico, para forzar luego a reequilibrar la contradicción mediante un trabajo de pensamiento y a descargar la excitación por medio del habla. (Pág. 51)

- Destino Dos (Representaciones obsesivas y fobias): Permanencia en lo psíquico; Trasposición a representaciones no inconciliables.
Si una persona predispuesta [a la neurosis] no está presente la capacidad convertidora y, no obstante, para defenderse de una representación inconciliable se emprende el divorcio entre ella y su afecto, es fuerza que ese afecto permanezca en el ámbito psíquico. La representación ahora debilitada queda segregada de toda asociación dentro de la conciencia, pero su afecto, liberado, se adhiere a otras representaciones, en sí no inconciliables, que en virtud de este “enlace falso” devienen representaciones obsesivas. (Pág. 53)

Para el caso especifico de las fobias, sólo se atina a decir aquí, que la cualidad de la “suma de excitación” divorciada es la angustia y, que esta angustia es la que se transmite a las representaciones convirtiéndolas en fobias.
Para el enlace secundario del afecto liberado se puede aprovechar cualquier representación que por su naturaleza sea compatible con un afecto de esa cualidad, o bien tenga con la representación inconciliable ciertos vínculos a raíz de los cuales parezca utilizable como su subrogado. Por ejemplo, una angustia liberada, cuyo origen sexual no se debe recordar, se vuelca sobre las fobias primarias comunes del ser humano ante ciertos animales, la tormenta, la oscuridad, etc., o sobre cosas que inequívocamente están asociadas con lo sexual de alguna manera, como el orinar, la defecación, el ensuciarse, el contagio en general. (Pág. 55)

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