Como se ha podido
observar, en la comunicación preliminar y en los historiales clínicos
estudiados hasta aquí; el concepto de abreacción como descarga o drenaje del
acento afectivo de las experiencias y representaciones del individuo resulta
central en el enfoque terapéutico de la histeria.
La importancia del
presente apartado teórico escrito por Joseph Breuer radica precisamente en que
en el se expone el modelo de sistema nervioso que acoge y sustenta a la
abreacción como una de sus etapas principales.
Breuer repara pues en
el hecho de que en el dormir “con sueños” cierto déficit asociativo o de
conectividad parece darse y verse reflejado en situaciones como que los
propósitos y acciones realizados en el sueño no llegan a convertirse en
acciones del cuerpo, en que los estímulos externos no llegan a convertirse
totalmente en estímulos apercibidos por el soñador, en que una representación
dentro del sueño aparece la mayoría de las veces desligada de las
representaciones que le están asociadas naturalmente, y aun de que aceptamos
sin critica representaciones contradictorias, todo lo cual si se da y ocurre en
el estado de vigilia.
Así pues, en el
estado de vigilia se presenta un alto grado de asociación y conectividad, en el
estado de dormir “con sueños” la conectividad sería laxa y en el estado de
dormir “sin sueños” esta descendería hasta casi desaparecer.
Breuer toma esta
graduación en la conectividad antes expuesta entre el dormir “sin sueños”, el
dormir “con sueños” y la vigilia; como grados de disponibilidad para el trabajo
o lo que es lo mismo; grados de disponibilidad energética.
A esta disponibilidad
energética la llama “excitación tónica intracerebral”.
Ahora bien, para
Breuer, el sistema nervioso es un sistema energético continuo y no discreto, es
decir, un sistema en el que la “excitación tónica intracerebral” se mantiene en
constante flujo y crecimiento, especialmente durante la vigilia por la
peculiaridad de este estado de su disponibilidad para realizar múltiples
trabajos.
No deberíamos representarnos una vía
conductora cerebral como un hilo telefónico que sólo recibe excitación
eléctrica cuando debe funcionar –en nuestro caso: cuando debe trasmitir un
signo-, sino como uno de aquellos conductores telefónicos por los que fluye de
manera constante una corriente galvánica y que se vuelven inexcitables cuando
esta cesa. –O, quizá mejor, pensemos en un dispositivo eléctrico muy ramificado
y destinado a iluminar y proveer de fuerza motriz; se le requiere que cada
lámpara y cada motor puedan ponerse en funcionamiento mediante simple contacto.
Para posibilitarlo, para que toda la red conductora mantenga un aporte de
trabajo aun durante la quiescencia funcional, debe existir una determinada
tensión, y a ese afecto la dínamo debe gastar un determinado volumen de
energía. –De igual manera, existe una cierta medida de excitación en las vías
conductoras del encéfalo quiescente, vigil, pero aprontado para el trabajo.
(Pág. 205)
La necesidad de
dormir que experimentamos aun después de una vigilia sin trabajo motriz o
trabajo representacional alguno, es señal de que en el estado de vigilia existe
un gasto de energía básico; el de la tensión nerviosa de estar “preparados” a
pesar de que al final no ocurra nada. Un gasto básico que no se podría mantener
y con el que no se podría contar si el afluente energético del sistema nervioso
no fuese constante.
Éste modelo del
sistema nervioso como un sistema energético continuo, lleva a Breuer a postular
dos consecuencias de primer orden para la psicología y la psicoterapia:
i) La
continuidad energética del sistema nervioso si no se procura unas vías de
salida o descarga adecuadas (abreacción); genera una tensión nerviosa
acompañada la mayoría de las veces de un sentimiento penoso o de displacer.
Cuando el encéfalo despierto permanece largo
tiempo en reposo, sin que una función suya mude fuerza de tensión en energía
viva, sobreviene la necesidad y el esfuerzo de quehacer. Una prolongada
quiescencia motriz crea la necesidad de movimiento (el pasearse de las fieras
en la jaula sin finalidad alguna) y un sentimiento penoso cuando esa necesidad
no puede ser satisfecha. La falta de estímulos sensoriales, las tinieblas, un
silencio total, se vuelven penosos; reposo intelectual, falta de percepciones,
de representaciones, de capacidad de asociación, producen el martirio del
aburrimiento. Estos sentimientos de displacer corresponden a una “agitación”,
un incremento de la excitación intracerebral normal. (Pág. 208)
ii) El sistema nervioso tendera a buscar un punto de equilibrio energético
–“principio de constancia”-, ya que en el encuentra tanto su bienestar a largo
plazo como las condiciones ideales para el trabajo.
Por tanto, los elementos cerebrales
completamente reconstituidos liberan, aun en estado quiescente, cierto grado de
energía, que, si no se la emplea funcionalmente, el quantum de excitación sobrante liberado, inferimos
que esta remoción del sobrante de excitación es una necesidad del organismo, y
aquí nos topamos por primera vez con el hecho de que en el organismo existe la “tendencia a mantener constante la excitación intracerebral”. (Pág. 208)
Según el
acrecentamiento de excitación sea aprovechado en trabajo o su descarga resulte
inadecuada, cabe introducir –dice Breuer- la distinción entre “incitación” y
“desequilibrio emocional”.
Una charla interesante, el té, el café,
incitan; una pelea, una gran dosis de alcohol, desequilibran emocionalmente.
Mientras que la incitación sólo acicatea la pulsión de valorizar funcionalmente
la excitación acrecentada, el desequilibrio emocional busca aligerarse en
procesos más o menos violentos, que rozan lo patológico o lo son en efecto.
(Pág. 210)
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