martes, 18 de septiembre de 2012

ESTUDIOS SOBRE LA HISTERIA ( XV ) - Parte teorica (Joseph Breuer)

  
III. PARTE TEORICA (Breuer)

Como se ha podido observar, en la comunicación preliminar y en los historiales clínicos estudiados hasta aquí; el concepto de abreacción como descarga o drenaje del acento afectivo de las experiencias y representaciones del individuo resulta central en el enfoque terapéutico de la histeria.

La importancia del presente apartado teórico escrito por Joseph Breuer radica precisamente en que en el se expone el modelo de sistema nervioso que acoge y sustenta a la abreacción como una de sus etapas principales.

Breuer repara pues en el hecho de que en el dormir “con sueños” cierto déficit asociativo o de conectividad parece darse y verse reflejado en situaciones como que los propósitos y acciones realizados en el sueño no llegan a convertirse en acciones del cuerpo, en que los estímulos externos no llegan a convertirse totalmente en estímulos apercibidos por el soñador, en que una representación dentro del sueño aparece la mayoría de las veces desligada de las representaciones que le están asociadas naturalmente, y aun de que aceptamos sin critica representaciones contradictorias, todo lo cual si se da y ocurre en el estado de vigilia.

Así pues, en el estado de vigilia se presenta un alto grado de asociación y conectividad, en el estado de dormir “con sueños” la conectividad sería laxa y en el estado de dormir “sin sueños” esta descendería hasta casi desaparecer.

Breuer toma esta graduación en la conectividad antes expuesta entre el dormir “sin sueños”, el dormir “con sueños” y la vigilia; como grados de disponibilidad para el trabajo o lo que es lo mismo; grados de disponibilidad energética.

A esta disponibilidad energética la llama “excitación tónica intracerebral”.

Ahora bien, para Breuer, el sistema nervioso es un sistema energético continuo y no discreto, es decir, un sistema en el que la “excitación tónica intracerebral” se mantiene en constante flujo y crecimiento, especialmente durante la vigilia por la peculiaridad de este estado de su disponibilidad para realizar múltiples trabajos.
No deberíamos representarnos una vía conductora cerebral como un hilo telefónico que sólo recibe excitación eléctrica cuando debe funcionar –en nuestro caso: cuando debe trasmitir un signo-, sino como uno de aquellos conductores telefónicos por los que fluye de manera constante una corriente galvánica y que se vuelven inexcitables cuando esta cesa. –O, quizá mejor, pensemos en un dispositivo eléctrico muy ramificado y destinado a iluminar y proveer de fuerza motriz; se le requiere que cada lámpara y cada motor puedan ponerse en funcionamiento mediante simple contacto. Para posibilitarlo, para que toda la red conductora mantenga un aporte de trabajo aun durante la quiescencia funcional, debe existir una determinada tensión, y a ese afecto la dínamo debe gastar un determinado volumen de energía. –De igual manera, existe una cierta medida de excitación en las vías conductoras del encéfalo quiescente, vigil, pero aprontado para el trabajo. (Pág. 205)

La necesidad de dormir que experimentamos aun después de una vigilia sin trabajo motriz o trabajo representacional alguno, es señal de que en el estado de vigilia existe un gasto de energía básico; el de la tensión nerviosa de estar “preparados” a pesar de que al final no ocurra nada. Un gasto básico que no se podría mantener y con el que no se podría contar si el afluente energético del sistema nervioso no fuese constante.

Éste modelo del sistema nervioso como un sistema energético continuo, lleva a Breuer a postular dos consecuencias de primer orden para la psicología y la psicoterapia:

i) La continuidad energética del sistema nervioso si no se procura unas vías de salida o descarga adecuadas (abreacción); genera una tensión nerviosa acompañada la mayoría de las veces de un sentimiento penoso o de displacer.
Cuando el encéfalo despierto permanece largo tiempo en reposo, sin que una función suya mude fuerza de tensión en energía viva, sobreviene la necesidad y el esfuerzo de quehacer. Una prolongada quiescencia motriz crea la necesidad de movimiento (el pasearse de las fieras en la jaula sin finalidad alguna) y un sentimiento penoso cuando esa necesidad no puede ser satisfecha. La falta de estímulos sensoriales, las tinieblas, un silencio total, se vuelven penosos; reposo intelectual, falta de percepciones, de representaciones, de capacidad de asociación, producen el martirio del aburrimiento. Estos sentimientos de displacer corresponden a una “agitación”, un incremento de la excitación intracerebral normal. (Pág. 208)

ii) El sistema nervioso tendera a buscar un punto de equilibrio energético –“principio de constancia”-, ya que en el encuentra tanto su bienestar a largo plazo como las condiciones ideales para el trabajo.
Por tanto, los elementos cerebrales completamente reconstituidos liberan, aun en estado quiescente, cierto grado de energía, que, si no se la emplea funcionalmente, el quantum de excitación sobrante liberado, inferimos que esta remoción del sobrante de excitación es una necesidad del organismo, y aquí nos topamos por primera vez con el hecho de que en el organismo existe la “tendencia a mantener constante la excitación intracerebral”. (Pág. 208)

Según el acrecentamiento de excitación sea aprovechado en trabajo o su descarga resulte inadecuada, cabe introducir –dice Breuer- la distinción entre “incitación” y “desequilibrio emocional”.
Una charla interesante, el té, el café, incitan; una pelea, una gran dosis de alcohol, desequilibran emocionalmente. Mientras que la incitación sólo acicatea la pulsión de valorizar funcionalmente la excitación acrecentada, el desequilibrio emocional busca aligerarse en procesos más o menos violentos, que rozan lo patológico o lo son en efecto. (Pág. 210)





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