SOBRE LA PSICOTERAPIA DE LA HISTERIA. (Continuación)
II. Observaciones del análisis y su extensión a la
compresión de la dinámica y organización de nuestra psiquis (representaciones).
Como se ha señalado anteriormente,
la eficacia de todo análisis psíquico descansa en la naturaleza asociativa de
nuestra psiquis, lo que le permite pasar de una representación a otra, y otra,
hasta arribar a la de su interés.
Freud destaca 3
formas principales de ordenamiento de nuestras representaciones:
1) Ordenamiento lineal cronológico: este es el tipo de ordenamiento más básico, puesto que
vincula a las representaciones según se suceden en el tiempo. En un mundo
determinado casualmente, la aparición en el tiempo es una gran pista para la
obtención de la compresión de un fenómeno.
En el análisis, la
recuperación de este ordenamiento se efectúa de una manera inversa a la de su
aparición, es decir, las representaciones más asequibles suelen ser las
últimas, las más actuales y de ellas es que partimos en pos de las demás.
La vivencia más fresca y reciente del
fascículo aparece primero como “hoja de cubierta”, y la hoja de cierre está
constituida por aquella impresión con que en realidad empezó la serie. (Pág.
294)
2) Ordenamiento según los niveles de resistencia o
conciencia: esto es,
representaciones que vinculadas entre sí, forman estratos mnémicos según su
disponibilidad para la conciencia. Esta disponibilidad como ya se dijo, está
determinada por el nivel de resistencia que se opone a ella y estos niveles a su vez tienden a incrementarse cuanto más
nos acercamos al núcleo patógeno.
Son estratos de resistencia, creciente esta última hacia el núcleo, y con ello zonas de igual alteración de conciencia dentro de las cuales
se extienden los temas singulares. Los estratos más periféricos contienen, de
diversos temas, aquellos recuerdos (o fascículos) que se rememoran con
facilidad y fueron siempre claramente concientes; cuanto más hondo se cala, con
mayor dificultad se disciernen los recuerdos aflorantes, hasta que, en la
proximidad del núcleo, se tropieza con aquellos que el paciente desmiente aun
en la reproducción. (Pág. 294)
3) Ordenamiento según el contenido del pensamiento: al no estar la lógica del contenido de un pensamiento
supeditada de manera estricta por la sucesión temporal o por el nivel de
cercanía a un núcleo patógeno, esta tercera forma de ordenamiento es en
realidad un “supra-orden”, por lo que sus líneas (hilos lógicos), no son
siempre directas y pueden retorcerse, a travesar estratos mnémicos y
ramificarse en nuevas líneas.
Surge de esta manera
un modelo bastante simplificado de la organización de nuestra psiquis: "capas,
niveles o estratos mnémicos concéntricos a núcleos patógenos".
El avance del
análisis psíquico se daría pues, de una manera alternada entre; un avance
periférico (agotar el material de cada nivel, capa o estrato mnémico) y un
avance radial (acceder a niveles cada vez más profundos hasta alcanzar el
núcleo patógeno).
Si quisiera yo esquematizar el modo de
trabajar, podría decir, tal vez, que uno toma a su cargo la apertura de
estratos más internos, el avance en el sentido radial, mientras que el enfermo
se encarga del ensanchamiento periférico. (Pág. 297)
Es fácil imaginar cuán complicado puede
volverse un trabajo semejante. Superando de continuo resistencias, uno esfuerza
el ingreso a estratos internos, obtiene noticia sobre los temas almacenados en
ese estrato y sobre los hilos que lo recorren, tienta hasta donde puede avanzar
con los medios de que hasta el presente dispone y las noticias cobradas, se
procura una primera familiarización con el contenido de los estratos vecinos
mediante el proceso de la presión, abandona los hilos y vuelve a retomarlos, los
persigue hasta los puntos nodales, de continuo los enhebra de nuevo y, si sigue
la huella de un fascículo de recuerdo, todas las veces alcanza un camino
colateral que, al cabo, tiene también su desembocadura. Por último se llega tan
lejos que se puede abandonar el trabajo por estratos y avanzar por una vía
regia, directamente, hasta el núcleo de la organización patológica. Con ello se
gana la lucha, más no está acabada todavía. Es preciso recoger los otros hilos,
agotar el material; pero ahora el enfermo presta enérgico auxilio, su
resistencia ya se ha quebrantado en su mayor parte. (Págs. 299-300)
Una de las
consecuencias de esta consistencia lógica del entramado asociativo de nuestra
psiquis es la de que reduce la posibilidad de un falseamiento por parte del
médico.
Uno se convence entonces con asombro de que es imposible instarle al enfermo nada acerca de las cosas que
presuntamente él no sabe o influir sobre los resultados del análisis
excitándole expectativas. Jamás me ha ocurrido alterar ni falsear la
reproducción de los recuerdos o la trama de los sucesos mediante mis
previsiones, puesto que ello se habría denunciado por fuerza en alguna
contradicción dentro de la ensambladura. Y toda vez que acerté en mi previsión,
múltiples e insospechables reminiscencias probaron que había dado en lo justo.
Por eso no hay que temer manifestar ante el enfermo alguna opinión sobre el
nexo que se acerca; ello es inicuo. (Pág. 300)
Dicho de otro modo,
la consistencia lógica del entramado asociativo de nuestra psiquis; genera
cierta regla de pertinencia sobre las representaciones del análisis.
Se puede aseverar que en el curso de un
análisis así no aflora ninguna reminiscencia singular que no posea un
significado. En verdad nunca se produce la intromisión de imágenes mnémicas
carentes de toda pertinencia,.. (Pág. 300)
También en esta
consistencia lógica se explica el que todo intento por abreviar el análisis
repercute en una disminución de su valor terapéutico, pues en el contexto
descansa mucho del sentido del contenido.
Es totalmente infructuoso avanzar en forma
directa hasta el núcleo de la organización patógena. Y aunque uno fuera capaz de colegirla, el enfermo no sabría qué hacer
con el esclarecimiento que se le obsequia, ni sería alterado psíquicamente por
este último. (Pág. 297)
III. Perturbaciones de la relación médico-paciente.
Otro de los
obstáculos que puede presentársele al análisis psíquico es la perturbación de
la relación entre paciente y médico, debida a los grandes flujos afectivos que
se despiertan y se colocan en movimiento.
En no pocos casos, en particular en mujeres
y donde se trata de aclarar unas ilaciones de pensamiento eróticas, la
colaboración de los pacientes pasa a ser un sacrificio personal que tiene que
ser recompensado mediante algún subrogado del amor. Las fatigas y la amistosa
tolerancia del médico tienen que bastar como tal subrogado. Si esa relación de
la enferma con el médico es perturbada, también se deniega su buena
disposición; cuando el médico quiera averiguar la siguiente idea patógena, a la
enferma se le cruzará la conciencia de los cargos que se han acumulado contra
aquel. (Pág. 305-306)
Freud destaca pues, tres formas generales de perturbación de la relación
médico-paciente:
1) Por reparos
superficiales hacia el médico o el tratamiento.
El de una enajenación personal, cuando la
enferma se cree relegada, menospreciada, afrentada, o ha escuchado cosas
desfavorables sobre el médico y el método de tratamiento. (Pág. 306)
2) Por temor de la paciente a caer en cualquier clase
de dependencia.
Cuando la enferma es presa del miedo de
acostumbrarse demasiado a la persona del médico, perder su autonomía frente a
él y hasta caer en dependencia sexual de él. (Pág. 306)
3) Por “trasferencia”
o falso enlace de los afectos aflorantes con la persona del médico.
Cuando la enferma se espanta por transferir
a la persona del médico las representaciones penosas que afloran desde el
contenido del análisis. Ello es frecuente, y aun de ocurrencia regular en
muchos análisis. La trasferencia sobre el médico acontece por enlace falso. (Pág. 306)
En el análisis
afloran diversos flujos afectivos sofocados hace mucho tiempo y relegados de la
conciencia, que por esto mismo, se alzan desnudos sin su contexto original y
son susceptibles de verse enlazados falsamente con el presente por una
compulsión de asociación propia de la conciencia, enlazándose especialmente con
la persona del médico que es quien encarna ese presente.
Primero había aflorado en la conciencia de
la enferma el contenido del deseo, pero sin los recuerdos de las circunstancias
colaterales que podrían haberlos resituado en el pasado; y en virtud de la
compulsión a asociar, dominante en la conciencia, el deseo ahora presente fue
enlazado con mi persona, de quien era lícito que la enferma se ocupara… (Pág.
307)
Al ser el contexto presente un sustituto provisional del contexto
original –pasado- de los flujos afectivos manifestados por el paciente, se
puede utilizar la relación presente como pista para discernir las relaciones
del pasado, dicho de otro modo, usar el fenómeno de “trasferencia” como una
herramienta más del análisis.
Eché de ver que esa trasferencia no supone
un considerable recargo de trabajo. Para la paciente, el trabajo sigue siendo
el mismo: superar el afecto penoso por haber podido abrigar semejante deseo por
un momento; y para el éxito del trabajo parecía indiferente que ella tomara
como tema esa repulsión psíquica en el caso histórico o en el reciente conmigo.
También las enfermas aprendían poco a poco a inteligir que en tales
trasferencias sobre la persona del médico hay una compulsión y un espejismo que
se disiparán al término del análisis. (Pág. 308)
Al comienzo del apartado que aquí reseñamos (Sobre la psicoterapia de la
histeria), Freud nos da noticias en unas pequeñas líneas, del camino que está
tomando su investigación posterior a esta etapa sobre el estudio de la
histeria: el papel de la sexualidad como fuente y demarcador de las neurosis.
Hasta donde se podía hablar de una causación
por la cual las neurosis fueran adquiridas, la etiología debía
buscarse en factores sexuales. A ello se enhebró el
hallazgo de que, universalmente, factores sexuales diferentes producían cuadros
también diversos de contracción de neurosis. Y entonces, en la medida en que
esta última relación se corroboraba, uno podía atreverse a emplear la propia
etiología para una caracterización de las neurosis y trazar una separación
nítida entre sus respectivos cuadros clínicos. Ello era lícito en tanto los
caracteres etiológicos coincidieran de una manera constante con los clínicos.
(Pág. 265)
Es este precisamente,
el tema en el que se ahondara en el próximo volumen (3) de las obras completas
de Freud; “Primeras publicaciones psicoanalíticas” (1893-99)
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