miércoles, 19 de septiembre de 2012

ESTUDIOS SOBRE LA HISTERIA ( XVII ) - Sobre la psicoterapia de la histeria.



SOBRE LA PSICOTERAPIA DE LA HISTERIA. (Continuación)

II. Observaciones del análisis y su extensión a la compresión de la dinámica y organización de nuestra psiquis (representaciones).

Como se ha señalado anteriormente, la eficacia de todo análisis psíquico descansa en la naturaleza asociativa de nuestra psiquis, lo que le permite pasar de una representación a otra, y otra, hasta arribar a la de su interés.

Freud destaca 3 formas principales de ordenamiento de nuestras representaciones:

1) Ordenamiento lineal cronológico: este es el tipo de ordenamiento más básico, puesto que vincula a las representaciones según se suceden en el tiempo. En un mundo determinado casualmente, la aparición en el tiempo es una gran pista para la obtención de la compresión de un fenómeno.

En el análisis, la recuperación de este ordenamiento se efectúa de una manera inversa a la de su aparición, es decir, las representaciones más asequibles suelen ser las últimas, las más actuales y de ellas es que partimos en pos de las demás.
La vivencia más fresca y reciente del fascículo aparece primero como “hoja de cubierta”, y la hoja de cierre está constituida por aquella impresión con que en realidad empezó la serie. (Pág. 294)

2) Ordenamiento según los niveles de resistencia o conciencia: esto es, representaciones que vinculadas entre sí, forman estratos mnémicos según su disponibilidad para la conciencia. Esta disponibilidad como ya se dijo, está determinada por el nivel de resistencia que se opone a ella y estos niveles  a su vez tienden a incrementarse cuanto más nos acercamos al núcleo patógeno.
Son estratos de resistencia, creciente esta última hacia el núcleo, y con ello zonas de igual alteración de conciencia dentro de las cuales se extienden los temas singulares. Los estratos más periféricos contienen, de diversos temas, aquellos recuerdos (o fascículos) que se rememoran con facilidad y fueron siempre claramente concientes; cuanto más hondo se cala, con mayor dificultad se disciernen los recuerdos aflorantes, hasta que, en la proximidad del núcleo, se tropieza con aquellos que el paciente desmiente aun en la reproducción. (Pág. 294)

3) Ordenamiento según el contenido del pensamiento: al no estar la lógica del contenido de un pensamiento supeditada de manera estricta por la sucesión temporal o por el nivel de cercanía a un núcleo patógeno, esta tercera forma de ordenamiento es en realidad un “supra-orden”, por lo que sus líneas (hilos lógicos), no son siempre directas y pueden retorcerse, a travesar estratos mnémicos y ramificarse en nuevas líneas.

Surge de esta manera un modelo bastante simplificado de la organización de nuestra psiquis: "capas, niveles o estratos mnémicos concéntricos a núcleos patógenos".

El avance del análisis psíquico se daría pues, de una manera alternada entre; un avance periférico (agotar el material de cada nivel, capa o estrato mnémico) y un avance radial (acceder a niveles cada vez más profundos hasta alcanzar el núcleo patógeno).
Si quisiera yo esquematizar el modo de trabajar, podría decir, tal vez, que uno toma a su cargo la apertura de estratos más internos, el avance en el sentido radial, mientras que el enfermo se encarga del ensanchamiento periférico. (Pág. 297)

Es fácil imaginar cuán complicado puede volverse un trabajo semejante. Superando de continuo resistencias, uno esfuerza el ingreso a estratos internos, obtiene noticia sobre los temas almacenados en ese estrato y sobre los hilos que lo recorren, tienta hasta donde puede avanzar con los medios de que hasta el presente dispone y las noticias cobradas, se procura una primera familiarización con el contenido de los estratos vecinos mediante el proceso de la presión, abandona los hilos y vuelve a retomarlos, los persigue hasta los puntos nodales, de continuo los enhebra de nuevo y, si sigue la huella de un fascículo de recuerdo, todas las veces alcanza un camino colateral que, al cabo, tiene también su desembocadura. Por último se llega tan lejos que se puede abandonar el trabajo por estratos y avanzar por una vía regia, directamente, hasta el núcleo de la organización patológica. Con ello se gana la lucha, más no está acabada todavía. Es preciso recoger los otros hilos, agotar el material; pero ahora el enfermo presta enérgico auxilio, su resistencia ya se ha quebrantado en su mayor parte. (Págs. 299-300)


Una de las consecuencias de esta consistencia lógica del entramado asociativo de nuestra psiquis es la de que reduce la posibilidad de un falseamiento por parte del médico.
Uno se convence entonces con asombro de que es imposible instarle al enfermo nada acerca de las cosas que presuntamente él no sabe o influir sobre los resultados del análisis excitándole expectativas. Jamás me ha ocurrido alterar ni falsear la reproducción de los recuerdos o la trama de los sucesos mediante mis previsiones, puesto que ello se habría denunciado por fuerza en alguna contradicción dentro de la ensambladura. Y toda vez que acerté en mi previsión, múltiples e insospechables reminiscencias probaron que había dado en lo justo. Por eso no hay que temer manifestar ante el enfermo alguna opinión sobre el nexo que se acerca; ello es inicuo. (Pág. 300)

Dicho de otro modo, la consistencia lógica del entramado asociativo de nuestra psiquis; genera cierta regla de pertinencia sobre las representaciones del análisis.
Se puede aseverar que en el curso de un análisis así no aflora ninguna reminiscencia singular que no posea un significado. En verdad nunca se produce la intromisión de imágenes mnémicas carentes de toda pertinencia,.. (Pág. 300)

También en esta consistencia lógica se explica el que todo intento por abreviar el análisis repercute en una disminución de su valor terapéutico, pues en el contexto descansa mucho del sentido del contenido.
Es totalmente infructuoso avanzar en forma directa hasta el núcleo de la organización patógena. Y aunque uno fuera capaz de colegirla, el enfermo no sabría qué hacer con el esclarecimiento que se le obsequia, ni sería alterado psíquicamente por este último. (Pág. 297)



III. Perturbaciones de la relación médico-paciente.
Otro de los obstáculos que puede presentársele al análisis psíquico es la perturbación de la relación entre paciente y médico, debida a los grandes flujos afectivos que se despiertan y se colocan en movimiento.
En no pocos casos, en particular en mujeres y donde se trata de aclarar unas ilaciones de pensamiento eróticas, la colaboración de los pacientes pasa a ser un sacrificio personal que tiene que ser recompensado mediante algún subrogado del amor. Las fatigas y la amistosa tolerancia del médico tienen que bastar como tal subrogado. Si esa relación de la enferma con el médico es perturbada, también se deniega su buena disposición; cuando el médico quiera averiguar la siguiente idea patógena, a la enferma se le cruzará la conciencia de los cargos que se han acumulado contra aquel. (Pág. 305-306)

Freud destaca pues, tres formas generales de perturbación de la relación médico-paciente:

1) Por reparos superficiales hacia el médico o el tratamiento.
El de una enajenación personal, cuando la enferma se cree relegada, menospreciada, afrentada, o ha escuchado cosas desfavorables sobre el médico y el método de tratamiento. (Pág. 306)

2) Por temor de la paciente a caer en cualquier clase de dependencia.
Cuando la enferma es presa del miedo de acostumbrarse demasiado a la persona del médico, perder su autonomía frente a él y hasta caer en dependencia sexual de él. (Pág. 306)

3) Por “trasferencia” o falso enlace de los afectos aflorantes con la persona del médico.
Cuando la enferma se espanta por transferir a la persona del médico las representaciones penosas que afloran desde el contenido del análisis. Ello es frecuente, y aun de ocurrencia regular en muchos análisis. La trasferencia sobre el médico acontece por enlace falso. (Pág. 306)

En el análisis afloran diversos flujos afectivos sofocados hace mucho tiempo y relegados de la conciencia, que por esto mismo, se alzan desnudos sin su contexto original y son susceptibles de verse enlazados falsamente con el presente por una compulsión de asociación propia de la conciencia, enlazándose especialmente con la persona del médico que es quien encarna ese presente.
Primero había aflorado en la conciencia de la enferma el contenido del deseo, pero sin los recuerdos de las circunstancias colaterales que podrían haberlos resituado en el pasado; y en virtud de la compulsión a asociar, dominante en la conciencia, el deseo ahora presente fue enlazado con mi persona, de quien era lícito que la enferma se ocupara… (Pág. 307)

Al ser el contexto presente un sustituto provisional del contexto original –pasado- de los flujos afectivos manifestados por el paciente, se puede utilizar la relación presente como pista para discernir las relaciones del pasado, dicho de otro modo, usar el fenómeno de “trasferencia” como una herramienta más del análisis.
Eché de ver que esa trasferencia no supone un considerable recargo de trabajo. Para la paciente, el trabajo sigue siendo el mismo: superar el afecto penoso por haber podido abrigar semejante deseo por un momento; y para el éxito del trabajo parecía indiferente que ella tomara como tema esa repulsión psíquica en el caso histórico o en el reciente conmigo. También las enfermas aprendían poco a poco a inteligir que en tales trasferencias sobre la persona del médico hay una compulsión y un espejismo que se disiparán al término del análisis. (Pág. 308)


Al comienzo del apartado que aquí reseñamos (Sobre la psicoterapia de la histeria), Freud nos da noticias en unas pequeñas líneas, del camino que está tomando su investigación posterior a esta etapa sobre el estudio de la histeria: el papel de la sexualidad como fuente y demarcador de las neurosis.
Hasta donde se podía hablar de una causación por la cual las neurosis fueran adquiridas, la etiología debía buscarse en factores sexuales. A ello se enhebró el hallazgo de que, universalmente, factores sexuales diferentes producían cuadros también diversos de contracción de neurosis. Y entonces, en la medida en que esta última relación se corroboraba, uno podía atreverse a emplear la propia etiología para una caracterización de las neurosis y trazar una separación nítida entre sus respectivos cuadros clínicos. Ello era lícito en tanto los caracteres etiológicos coincidieran de una manera constante con los clínicos. (Pág. 265)

Es este precisamente, el tema en el que se ahondara en el próximo volumen (3) de las obras completas de Freud; “Primeras publicaciones psicoanalíticas” (1893-99)

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