miércoles, 3 de octubre de 2012

LA HERENCIA Y LA ETIOLOGÍA DE LAS NEUROSIS (1896)




Aunque los desarrollos genéticos aun no habían surgido, la noción de herencia o factor hereditario se había convertido en el comodín de la medicina para explicar las enfermedades mentales más esquivas y para lograr suscribirlas a su vez en el reino de lo orgánico.

Sin embrago, tal posición por su propio determinismo férreo, lo que hace es limitar la comprensión de los fenómenos; ya que si se afirma la primicia de la “causación hereditaria”, toda causalidad exterior (la causalidad del mundo) quedaría infundada o relegada a un plano secundario, que en todo caso resultaría accidental.

Charcot junto con algunos de sus más destacados discípulos son la encarnación de esta postura; que pretende caracterizar la etiología de la neurosis como esencialmente hereditaria. 

Es esta postura la que Freud se propone criticar en el presente artículo.

Freud nos ofrece un primer esquema de delimitación y clasificación de las neurosis: las divide en 4 entidades clínicas, las cuales agrupa en dos:
Histeria y neurosis de obsesiones / Neurastenia y neurosis de angustia.

También reproduce aquí el esquema etiológico (introducido en la parte última del artículo “A propósito de las críticas a la “neurosis de angustia” 1895) compuesto de tres elementos: 
1) Condiciones, 2) Causas concurrentes, 3) Causas especificas

1) Condiciones, que son indispensables para que se produzca la afección respectiva, pero que son de naturaleza universal y se las encuentra de igual modo en la etiología de muchas otras afecciones; 2) causas concurrentes, que comparten el carácter en cuanto a funcionar en la causación de otras afecciones lo mismo que en la afección considerada, pero que no son indispensables para que esta última se produzca; 3) causas especificas, tan indispensables como las condiciones, pero de naturaleza estricta y que sólo aparecen en la etiología de la afección de la cual son específicas. (Págs. 146-147)

Ciñéndose a este esquema, ubica a la herencia en el componente de las “condiciones”, lo cual le permite establecer su verdadero poder de influjo en la enfermedad.

La herencia como “condición”, es como se dijo; universal, y por lo tanto, por si sola, en muy pocas ocasiones (casos de degeneramiento crónico), podría determinar una neurosis. 
Esta determinación de la neurosis descansa siempre en las “causas especificas”.

Ahora bien, resulta importante para la comprensión de una etiología “sobredeterminada” como es la de la mayoría de las neurosis; tener presente el carácter cuantitativo de la causalidad y la noción de “remplazo o relevo cuantitativo”, es decir, que los diferentes componentes del esquema etiológico actúan como cantidades susceptibles a remplazarse mutuamente a través de un proceso de sumación, y así alcanzar el umbral que origina la enfermedad.

La herencia y las causas específicas pueden remplazarse mutuamente por el lado cuantitativo, que el mismo efecto patológico será producido por la concurrencia de una etiología específica muy grave con una disposición mediocre, o de una cargada herencia nerviosa con una influencia específica leve. (Pág. 147)

Las causas concurrentes banales podrán entonces remplazar a la etiología específica por su proporción cuantitativa, pero nunca sustituirla por completo. Hay numerosos casos en que todos los influjos etiológicos están representados por la condición hereditaria y la causa específica, pues faltan las causas banales. En los otros casos, los factores etiológicos indispensables no bastan, por la cantidad que poseen, para hacer estallar la neurosis; así, puede mantenerse por largo tiempo un estado de salud aparente que es en verdad un estado de predisposición neurótica; si entonces una causa banal sobreagrega su acción, ello bastará para que la neurosis devenga manifiesta. Pero en tales circunstancias, nótese bien, será indiferente la naturaleza del agente banal que se agregue: emoción, trauma, enfermedad infecciosa u otro; el efecto patológico no se modificará con arreglo a esta variación, pues la naturaleza de la neurosis estará siempre dominada por la causa específica preexistente. (Pág. 148)


Este esquema de clasificación de las neurosis; 4 en dos grupos, es posible por la demarcación facilitada por lo sexual, en el sentido de que; es en el vivenciar sexual de los pacientes donde debe buscarse las “causas especificas” que caracterizan las neurosis.

1) correlación: Vida sexual/neurastenia.
La neurastenia propiamente dicha, de aspecto clínico muy monótono una vez separada de la neurosis de angustia (fatiga, sensación de casco, dispepsia flatulenta, constipación, parestesias espinales, debilidad sexual, etc.), no reconoce otra etiología específica que el onanismo (inmoderado) o las poluciones espontáneas. (Pág. 149)

2) correlación: Vida sexual/neurosis de angustia.
La neurosis de angustia, cuyo cuadro clínico es mucho más rico (irritabilidad, estado de expectativa angustiada, fobias, ataques de angustia completos o rudimentarios, de terror, de vértigo, temblores, sudores, congestión, disnea, taquicardia, etc.; diarrea crónica, vértigo crónico de locomoción, hiperestesia, insomnio, etc.), se revela fácilmente como el defecto específico de diversos desórdenes de la vida sexual, que no carecen de un carácter común a todos ellos. La abstinencia forzada, la irritación genital frustránea (que no es calmada por el acto sexual), el coito imperfecto o interrumpido (que no culmina en el goce), los esfuerzos sexuales que sobrepasan la capacidad psíquica del sujeto, etc., todos esos agentes, que son de una ocurrencia asaz frecuente en la vida moderna, parecen coincidir en esto: perturban el equilibrio de las funciones psíquicas y somáticas en los actos sexuales, e impiden la participación psíquica necesaria para que la economía nerviosa se libre de la tensión genésica. (Pág. 150)

3) correlación: Vida sexual/histeria.
La histeria había sido tratada en los anteriores artículos como la expresión de un conflicto de representaciones inconciliables con el yo.
Lo sexual, por su propia naturaleza, era presentado como el primer candidato generador de estas representaciones inconciliables.
Ahora aquí, Freud se atreve a hablar puntualmente –según él por los rastreos hechos en sus diversos análisis psíquicos de casos de histeria-, del abuso sexual infantil como la causa especifica de la histeria.

El acontecimiento del cual el sujeto ha guardado el recuerdo inconciente es una experiencia precoz de relaciones sexuales con irritación efectiva de las partes genitales, resultante de un abuso sexual practicado por otra persona, y el período de la vida que encierra este acontecimiento funesto es la niñez temprana, hasta los ocho a diez años, antes que el niño llegue a la madurez sexual.
Experiencia sexual pasiva antes de la pubertad: tal es, pues, la etiología especifica de la histeria. (Pág. 151)

El que sucesos tan tempranos pudiesen aflorar luego en la vida adulta como histeria, es explicado por el siguiente mecanismo psicológico:
Justamente por ser infantil el sujeto, la irritación sexual precoz produce un efecto nulo o escaso en su momento, pero se conserva su huella psíquica. Luego, cuando en la pubertad se desarrolle la reactividad de los órganos sexuales hasta un nivel casi inconmensurable con el estado infantil, de una manera u otra habrá de despertar esta huella psíquica inconciente. Merced al cambio debido a la pubertad, el recuerdo desplegará un poder que le faltó totalmente al acontecimiento mismo; el recuerdo obrará como si fuera un acontecimiento actual. Hay, por decir, acción póstuma de un trauma sexual. (Pág. 153)

4) correlación: Vida sexual/neurosis de obsesiones.
En relación a las obsesiones, vemos también un cambio como el operado en el numeral tres para la histeria; en los anteriores artículos, sólo se refería la etiología de las obsesiones como el enlace de la “suma de excitación” divorciada de una representación inconciliable, a una representación no-inconciliable, tornándola compulsiva.

Aquí en cambio, Freud expone ya, una vivencia sexual puntual como la causa específica de la neurosis de obsesiones: el papel activo (acción placentera) en un abuso sexual antes de la pubertad.

La neurosis de obsesiones depende de una causa específica del todo análoga a la de la histeria. También aquí se halla un acontecimiento sexual precoz ocurrido antes de la pubertad, cuyo recuerdo deviene activo durante esa época o después de ella, (…) Hay una sola diferencia, que parece capital. Hemos descubierto en el fondo de la etiología histérica un acontecimiento sexual pasivo, una experiencia sufrida con indiferencia o con un poquitín de amargura o de espanto. En la neurosis de obsesiones se trata, por el contrario, de un acontecimiento que ha causado placer, de una agresión sexual inspirada por el deseo (en el caso del varoncito) o de una participación con goce en las relaciones sexuales (en el caso de la niña). Las ideas obsedentes, reconocidas por el análisis en su sentido íntimo, reducidas por así decir a su expresión más simple, no son otra cosa que unos reproches que el sujeto se dirige a causa de este goce sexual anticipado, pero unos reproches desfigurados por un trabajo psíquico inconciente de trasformación y de sustitución. (Pág. 154)

La importancia del elemento activo de la vida sexual como causa de las obsesiones, y de la pasividad sexual para la patogénesis de la histeria, parece incluso revelar la razón del nexo más íntimo de la histeria con el sexo femenino y de la preferencia de los hombres por la neurosis de obsesiones. (Pág. 155)


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