Aunque los
desarrollos genéticos aun no habían surgido, la noción de herencia o factor
hereditario se había convertido en el comodín de la medicina para explicar las
enfermedades mentales más esquivas y para lograr suscribirlas a su vez en el
reino de lo orgánico.
Sin embrago, tal
posición por su propio determinismo férreo, lo que hace es limitar la
comprensión de los fenómenos; ya que si se afirma la primicia de la “causación
hereditaria”, toda causalidad exterior (la causalidad del mundo) quedaría
infundada o relegada a un plano secundario, que en todo caso resultaría
accidental.
Charcot junto con
algunos de sus más destacados discípulos son la encarnación de esta postura;
que pretende caracterizar la etiología de la neurosis como esencialmente
hereditaria.
Es esta postura la que Freud se propone criticar en el presente
artículo.
Freud nos ofrece un
primer esquema de delimitación y clasificación de las neurosis: las divide en 4
entidades clínicas, las cuales agrupa en dos:
Histeria y
neurosis de obsesiones / Neurastenia y
neurosis de angustia.
También reproduce
aquí el esquema etiológico (introducido en la parte última del artículo “A
propósito de las críticas a la “neurosis de angustia” 1895) compuesto de tres
elementos:
1) Condiciones, 2) Causas concurrentes, 3) Causas
especificas.
1) Condiciones, que son indispensables para que se produzca la afección respectiva,
pero que son de naturaleza universal y se las encuentra de igual modo en la
etiología de muchas otras afecciones; 2) causas concurrentes, que comparten el carácter en cuanto a funcionar en la causación de
otras afecciones lo mismo que en la afección considerada, pero que no son
indispensables para que esta última se produzca; 3) causas especificas, tan indispensables como las condiciones,
pero de naturaleza estricta y que sólo aparecen en la etiología de la afección
de la cual son específicas. (Págs. 146-147)
Ciñéndose a este
esquema, ubica a la herencia en el componente de las “condiciones”, lo cual le permite establecer su verdadero poder de
influjo en la enfermedad.
La herencia como
“condición”, es como se dijo; universal, y por lo tanto, por si sola, en muy
pocas ocasiones (casos de degeneramiento crónico), podría determinar una
neurosis.
Esta determinación de la neurosis descansa siempre en las “causas
especificas”.
Ahora bien, resulta
importante para la comprensión de una etiología “sobredeterminada” como es
la de la mayoría de las neurosis; tener presente el carácter cuantitativo de la
causalidad y la noción de “remplazo o relevo cuantitativo”,
es decir, que los diferentes componentes
del esquema etiológico actúan como cantidades susceptibles a remplazarse
mutuamente a través de un proceso de sumación, y así alcanzar
el umbral que origina la enfermedad.
La herencia y las causas específicas pueden
remplazarse mutuamente por el lado cuantitativo, que el mismo efecto patológico
será producido por la concurrencia de una etiología específica muy grave con
una disposición mediocre, o de una cargada herencia nerviosa con una influencia
específica leve. (Pág. 147)
Las causas concurrentes banales podrán
entonces remplazar a la etiología específica por su proporción cuantitativa,
pero nunca sustituirla por completo. Hay numerosos casos en que todos los
influjos etiológicos están representados por la condición hereditaria y la
causa específica, pues faltan las causas banales. En los otros casos, los
factores etiológicos indispensables no bastan, por la cantidad que poseen, para
hacer estallar la neurosis; así, puede mantenerse por largo tiempo un estado de
salud aparente que es en verdad un estado de predisposición neurótica; si
entonces una causa banal sobreagrega su acción, ello bastará para que la
neurosis devenga manifiesta. Pero en tales circunstancias, nótese bien, será
indiferente la naturaleza del agente banal que se agregue: emoción, trauma,
enfermedad infecciosa u otro; el efecto patológico no se modificará con arreglo
a esta variación, pues la naturaleza de la neurosis estará siempre dominada por
la causa específica preexistente. (Pág. 148)
Este esquema de
clasificación de las neurosis; 4 en dos grupos, es posible por la demarcación
facilitada por lo sexual, en el
sentido de que; es en el vivenciar sexual de los pacientes donde
debe buscarse las “causas especificas” que caracterizan las neurosis.
1) correlación: Vida
sexual/neurastenia.
La neurastenia propiamente dicha, de aspecto
clínico muy monótono una vez separada de la neurosis de angustia (fatiga,
sensación de casco, dispepsia flatulenta, constipación, parestesias espinales,
debilidad sexual, etc.), no reconoce otra etiología específica que el onanismo
(inmoderado) o las poluciones espontáneas. (Pág. 149)
2) correlación: Vida
sexual/neurosis de angustia.
La neurosis de angustia, cuyo cuadro clínico
es mucho más rico (irritabilidad, estado de expectativa angustiada, fobias,
ataques de angustia completos o rudimentarios, de terror, de vértigo,
temblores, sudores, congestión, disnea, taquicardia, etc.; diarrea crónica, vértigo
crónico de locomoción, hiperestesia, insomnio, etc.), se revela fácilmente como
el defecto específico de diversos desórdenes de la vida sexual, que no carecen
de un carácter común a todos ellos. La abstinencia forzada, la irritación
genital frustránea (que no es calmada por el acto sexual), el coito imperfecto
o interrumpido (que no culmina en el goce), los esfuerzos sexuales que
sobrepasan la capacidad psíquica del sujeto, etc., todos esos agentes, que son
de una ocurrencia asaz frecuente en la vida moderna, parecen coincidir en esto:
perturban el equilibrio de las funciones psíquicas y somáticas en los actos
sexuales, e impiden la participación psíquica necesaria para que la economía
nerviosa se libre de la tensión genésica. (Pág. 150)
3) correlación: Vida
sexual/histeria.
La histeria había
sido tratada en los anteriores artículos como la expresión de un conflicto de
representaciones inconciliables con el yo.
Lo sexual, por su
propia naturaleza, era presentado como el primer candidato generador de estas
representaciones inconciliables.
Ahora aquí, Freud se
atreve a hablar puntualmente –según él por los rastreos hechos en sus diversos
análisis psíquicos de casos de histeria-, del abuso sexual infantil
como la causa especifica de la histeria.
El acontecimiento del cual el sujeto ha
guardado el recuerdo inconciente es una experiencia precoz de
relaciones sexuales con irritación efectiva de las partes genitales, resultante
de un abuso sexual practicado por otra persona, y el período de la vida que encierra este acontecimiento funesto es
la niñez temprana, hasta los ocho a diez años, antes que el niño llegue a la madurez
sexual.
Experiencia sexual pasiva antes de la
pubertad: tal es, pues, la etiología especifica de
la histeria. (Pág. 151)
El que sucesos tan
tempranos pudiesen aflorar luego en la vida adulta como histeria, es explicado
por el siguiente mecanismo psicológico:
Justamente por ser infantil el sujeto, la
irritación sexual precoz produce un efecto nulo o escaso en su momento, pero se
conserva su huella psíquica. Luego, cuando en la pubertad se desarrolle la
reactividad de los órganos sexuales hasta un nivel casi inconmensurable con el
estado infantil, de una manera u otra habrá de despertar esta huella psíquica
inconciente. Merced al cambio debido a la pubertad, el recuerdo desplegará un
poder que le faltó totalmente al acontecimiento mismo; el recuerdo obrará como si fuera un acontecimiento actual. Hay, por decir, acción póstuma de un trauma sexual. (Pág. 153)
4) correlación: Vida sexual/neurosis
de obsesiones.
En relación a las
obsesiones, vemos también un cambio como el operado en el numeral tres para la
histeria; en los anteriores artículos, sólo se refería la etiología de las
obsesiones como el enlace de la “suma de excitación” divorciada de una
representación inconciliable, a una representación no-inconciliable, tornándola
compulsiva.
Aquí en cambio, Freud
expone ya, una vivencia sexual puntual como la causa específica de la neurosis
de obsesiones: el papel activo (acción placentera) en un
abuso sexual antes de la pubertad.
La neurosis de obsesiones depende de una
causa específica del todo análoga a la de la histeria. También aquí se halla un
acontecimiento sexual precoz ocurrido antes de la pubertad, cuyo recuerdo
deviene activo durante esa época o después de ella, (…) Hay una sola
diferencia, que parece capital. Hemos descubierto en el fondo de la etiología
histérica un acontecimiento sexual pasivo, una experiencia sufrida con
indiferencia o con un poquitín de amargura o de espanto. En la neurosis de
obsesiones se trata, por el contrario, de un acontecimiento que ha causado
placer, de una agresión sexual inspirada por el deseo (en el caso del
varoncito) o de una participación con goce en las relaciones sexuales (en el
caso de la niña). Las ideas obsedentes, reconocidas por el análisis en su
sentido íntimo, reducidas por así decir a su expresión más simple, no son otra
cosa que unos reproches que el sujeto se dirige a causa de
este goce sexual anticipado, pero unos reproches desfigurados por un
trabajo psíquico inconciente de trasformación y de sustitución. (Pág. 154)
La importancia del elemento activo de la
vida sexual como causa de las obsesiones, y de la pasividad sexual para la
patogénesis de la histeria, parece incluso revelar la razón del nexo más íntimo
de la histeria con el sexo femenino y de la preferencia de los hombres por la
neurosis de obsesiones. (Pág. 155)
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