La segunda crítica
principal que realiza Löwenfeld al postulado del carácter somático/sexual de la
etiología de la neurosis de angustia, es la de aludir a los casos en
los que esta neurosis aparece y desaparece sin observarse cambios significativos
en la vida sexual de los pacientes, y viceversa; ejemplos de cambios en la vida
sexual en los que no se perciben consecuencias inmediatas.
De nuevo; Freud le
responde, subrayando que la causalidad no debe entenderse como un proceso serial/inmediato, si no más bien, como un proceso múltiple,
latente
y acumulativo.
Existen motivos que, si bien poseedores de
eficiencia etiológica, tienen que actuar con cierta intensidad (o cantidad) y
durante más de cierto lapso para ejercer su afecto, vale decir, tienen que sumarse; el efecto del alcohol es un paradigma de
esa causación por sumación. Según eso, habrá cierto lapso en el cual la
etiología específica esté trabajando, pero sin manifestar todavía su efecto. Durante
ese tiempo, la persona aún no está enferma, pero sí predispuesta a contraer
determinada afección; en nuestro caso: la neurosis de angustia. Y entonces el
surgimiento de una noxa banal puede desencadenar la neurosis, lo mismo que
haría un ulterior acrecentamiento en la injerencia de la noxa especifica. Esto se
puede expresar también así: no basta que esté presente el factor etiológico
específico; tiene que alcanzarse también cierta medida de él, y para llegar a
este límite una cantidad de la noxa específica puede ser sustituida por un
monto de nocividad banal. Quitada esta última, se está de nuevo por debajo del
umbral; los fenómenos patológicos tornan a ceder. La terapia de las neurosis
descansa enteramente en poder llevar por debajo del umbral, mediante toda clase
de influjos sobre la mezcla etiológica, el lastre total bajo el cual cede el
sistema nervioso. (Págs. 129-130)
ELEMENTOS DE LA ECUACIÓN ETIOLÓGICA DE LAS NEUROSIS.
En un intento por
aclarar la idea de causalidad compleja (o sobredeterminación) a la que se viene
haciendo referencia al responder las críticas de Löwenfeld, Freud nos ofrece un
esquema de ella que denomina “ecuación etiológica”, cuyos
elementos son:
a) Condición, b) Causa
específica, c) Causa
concurrente, d) Ocasionamiento o causa desencadenante.
Uno caracterizará como ocasionamiento o causa desencadenante a la que entra
última en la ecuación, de suerte que precede inmediatamente a la aparición del
efecto. La esencia del ocasionamiento consiste sólo en este factor temporal, y
por tanto cualquiera de las causas heterogéneas puede desempeñar el papel del
ocasionamiento… (…)
Como condiciones se definen los factores que de estar ellos ausentes el efecto nunca se
produce, pero son incapaces de generarlo por sí solos, no importa cuán grande
sea la escala en que estén presentes. Para aquel efecto necesitan todavía la
causa específica.
Como causa específica rige aquella que no está ausente en ningún caso de realización del
efecto y que poseyendo una cantidad o intensidad proporcionadas basta para
alcanzarlo, con sólo que estén cumplidas las condiciones.
Como causas concurrentes es lícito concebir
aquellos factores que ni es preciso que estén presentes en todos los casos, ni
son capaces de producir el efecto por sí solos, no importa cuál sea la escala
de su acción, y que junto con las condiciones y la causa específica cooperan
para el cumplimiento de la ecuación etiológica. (Pág. 135)
Este esquema de la
ecuación etiológica, de manera aplicada quedaría de la siguiente forma:
Efecto: Phthisis
pulmonum.
Condición: Predisposición, dada
las más de las veces hereditariamente por complexiones de órgano.
Causa específica: El bacilo de Koch.
Causas auxiliares: Todo lo despotenciador, como emociones, infecciones o enfriamientos.
El esquema para la etiología de la neurosis
de angustia me parece que reza en parecidos términos.
Condición: Herencia.
Causa específica: Un factor sexual, en el sentido de un desvío de la tensión sexual
respecto de lo psíquico.
Causas auxiliares: Todos los efectos nocivos banales: emoción, terror, así como
agotamiento psíquico por enfermedad o exceso de trabajo. (Pág. 136)
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