miércoles, 31 de octubre de 2012

SOBRE EL MECANISMO PSÍQUICO DE LA DESMEMORIA (1898)




El presente artículo, aunque el más corto de los consignados en este volumen 3, representa uno de los momentos más importantes en la obra de Freud, pues su reflexión extiende el puente para el paso de la psicopatología a la psicología del hombre “normal”, que en adelante se irá acentuando en obras como “La interpretación de los sueños”, la “psicopatología de la vida cotidiana” y “el chiste y su relación con el inconsciente”.
Quizá no esté desprovisto, en sí, de interés poder penetrar el proceso de un suceso psíquico de esta clase la desmemoria-, que se incluye entre las perturbaciones mínimas en el dominio del aparato psíquico y es conciliable con una salud psíquica no turbada en lo demás. (Pág. 286)


Cinco son las características generales que se destacan en el fenómeno de la desmemoria:

i) El olvido ataca con preferencia a nombres propios

ii) La impotencia que experimenta la conciencia –la atención- por conquistar el recuerdo buscado.

iii) El retorno insistente de recuerdos que se saben no son los correctos.

iv) La sensación de displacer que acompaña el esfuerzo por recordar y que resulta “desmesurada” a la importancia de lo olvidado.

v) La distracción de la atención muchas veces facilita el recuerdo.
El mejor procedimiento para apoderarse del nombre buscado consiste, como es sabido, en “no pensar en él”, vale decir, distraer de la tarea la parte de la atención sobre la cual se dispone a voluntad. Pasado un rato, el nombre buscado se le “descerraja” a uno… (Pág. 281)

Freud se sirve en este artículo de una experiencia personal para intentar ilustrar y esclarecer el fenómeno de la desmemoria:

En un viaje que realiza desde Bosnia a una ciudad en las cercanías de Herzegovina, trata con su acompañante el tema de las particularidades culturales de los turcos, luego, cuando la conversación recae sobre Italia y desea recomendarle que visite Orvieto, para que contemple los bellos frescos que sobre el fin del mundo y el juicio final hay en su catedral; no logra recordar el nombre del pintor de aquella obra –nombre que conocía muy bien-, aunque sí recuerda con extrema nitidez tanto su imagen como los frescos.

Dos nombres de pintores italianos le retornan insistentemente –sabiendo que ninguno de los dos es el que busca-; Botticelli y Boltraffio.

Pasado unos días, cierto italiano culto le revela el nombre del pintor que se le mantenía oculto: Signorelli.

En este punto, se propuso ahondar en las circunstancias en que se produjo el olvido:
Se retrotrae entonces al momento inmediato que anticipo el tema de Italia; la conversación sobre las particularidades culturales de los turcos.

Descubre que, en aquella conversación, sólo comento con su amigo un tema; la resignación que mostraba ese pueblo frente a la muerte, mientras que había omitido –sofocado- otro; la importancia que ese mismo pueblo le confería a los goces sexuales.

Estableció que las dos anécdotas de aquel pueblo le habían sido referidas usando el artículo “HerrSeñor-. Significación que comparte en italiano la primera parte del nombre olvidado “Signor”. 
Luego, este sería el vínculo entre un primer olvido/represión –la anécdota sexual- y el último olvido/represión –el nombre del pintor: Signorelli-.
La traducción “Signor”, para “Herr”, fue entonces el camino siguiendo el cual la historia por mí sofocada había atraído en pos de ella, a la represión, el nombre que yo buscaba. El proceso entero fue facilitado, evidentemente, por el hecho de que en Ragusa yo hablé todo el tiempo en italiano, es decir, me había habituado a traducir en mi mente del alemán al italiano. (Pág. 284)

Otras asociaciones encontradas son; entre el comienzo “Bo” que comparten los nombres de los pintores que se le imponían a la memoria (Botticelli – Boltraffio) con el comienzo del nombre Bosnia. Adicionalmente, la palabra “Herr”, con el comienzo de la palabra Herzegovina, que son los nombres de las regiones por las que viajaban.


Puesto que la simple represión de la alusión sexual en la anécdota turca no demuestra idoneidad determinadora para fundar represiones posteriores, se le considera a su vez como también derivada.

Al indagar más allá de esta, Freud encuentra el recuerdo de una época en que estando en “Trafoi” recibe cierta noticia que hizo que reprimiera con fuerza el tema “muerte y sexualidad” que le venía ocupando, siendo esta ocasión el verdadero núcleo patológico.

Como prueba, señala la semejanza entre el nombre de aquel lugar “Trafoi” con la terminación del nombre de uno de los pintores rememorados: Boltraffio.


Como reflexiones generales que se desprenden de este ejemplo de desmemoria analizado aquí, Freud apunta las siguientes:

1) El mecanismo descrito para el fenómeno de la desmemoria recrea el mismo modelo presente en la etiología de las psiconeurosis –histeria, representaciones obsesivas, paranoia-: Represión/Proceso de sustitución por formas de compromiso.

El mismo mecanismo que desde “Signorelli” hace generarse los nombres sustitutivos “Botticelli” y “Boltraffio”, la sustitución por representaciones intermedias o de compromiso, gobierna también la formación de los pensamientos obsesivos y de los espejismos paranoicos del recuerdo. (Pág. 286)

2) Puesto que la desmemoria es un fenómeno que convive perfectamente con una vida psíquica “normal”, lo mismo también podría valer para su mecanismo.

3) Los núcleos patológicos (represiones pasadas) actúan en el presente como atractores; generando así, diversas perturbaciones.

Una ilación de pensamiento reprimida se apodera en la neurosis de una impresión reciente inofensiva, y la atrae hacia abajo, junto a ella, a la represión. (Pág. 286)

4) La sensación “desmesurada” de displacer que encontramos acompañando el fenómeno de la desmemoria y otras perturbaciones neuróticas, en realidad se encuentra justificada; pues le ha sido trasmitida desde los núcleos patológicos reprimidos.

Unas masas de pensamientos reprimidos adhieren su capacidad afectiva a un síntoma cuyo contenido psíquico aparece a nuestro juicio como de todo punto inadecuado para semejante desprendimiento de afecto. (Pág. 287)

5) La comunicación es una forma de resolución de la tensión.

Que la tensión íntegra se solucione cuando un extraño comunica el nombre correcto es un buen ejemplo de la eficacia de la terapia psicoanalítica, que aspira a enderezar las represiones y los desplazamientos, y elimina el síntoma mediante la reintroducción del objeto psíquico genuino. (Pág. 287)


Naturaleza tendenciosa del recordar y el olvidar.
Como conclusión general del análisis realizado al fenómeno del olvido, surge una nueva visión sobre la memoria, no como un archivo, si no como una cualidad en fusión de una economía del displacer.

Cabe aseverarlo con total universalidad: la facilidad –y en definitiva también la fidelidad- con que evocamos en la memoria cierta impresión no depende sólo de la constitución psíquica del individuo, de la intensidad de la impresión en el momento en que era reciente, del interés que entonces se le consagró, de la constelación psíquica presente, del interés que ahora se tenga en evocarla, de los enlaces en que la impresión fue envuelta, etc., sino que depende además del favor o disfavor de un factor psíquico particular, que se mostraría renuente a reproducir algo que desprendiera displacer o pudiera llevar, en ulterior consecuencia, a un desprendimiento de displacer. (Pág. 287)


La mitad del secreto de la amnesia histérica se descubre diciendo que los histéricos no saben qué es lo que no quieren saber. (Pág. 287)




lunes, 29 de octubre de 2012

Extracto del capítulo “La psicopatología primitiva” (Ernest Jones)



Lo siguiente es un extracto del capítulo XII “La psicopatología primitiva” del primer tomo del libro “Vida y obra de Sigmund Freud” escrita por Ernest Jones donde intenta resumir los desarrollos teóricos del período 1889-97 del fundador del psicoanálisis, mismo periodo que hemos trabajado hasta aquí.  


Técnica.
Luego de tratar a los pacientes, durante un año o dos, con los habituales recursos del descanso, los masajes, la hidroterapia y la estimulación eléctrica, Freud comenzó a usar sistemáticamente el hipnotismo a fines de 1887. Descontento con los aspectos puramente “de sugestión” del mismo, reeditó, a mediados de 1889 el “método catártico” de Breuer. En el otoño de 1892 comenzó a dejar de lado la hipnosis, que reemplazó con la “técnica de concentración”, para lo cual se ayudaba con el recurso de presionar repetidamente la frente del paciente. Su objetivo era el de revivir los recuerdos sepultados por el método de seguir detalladamente todo lo que el paciente asociaba con sus síntomas. Descartó completamente la hipnosis después de 1896, año este en que por primera vez utilizó el término “psicoanálisis”.
La evolución de su técnica consistió esencialmente en ir prescindiendo, en la búsqueda de los recursos, de los recursos que había utilizado: dirigir, presionar (la frente), sugerir, interrogar, etcétera. En lugar de todo esto adoptó una actitud pasiva, que sólo interrumpía de vez en cuando para llamar la atención del paciente sobre las relaciones que éste pasaba por alto. Gradualmente fue prestando más atención a la “resistencia” que a la búsqueda directa de recuerdos olvidados.
Con este refinamiento creciente de su procedimiento, Freud había forjado un instrumento con el que pudo penetrar en las capas inconscientes del psiquismo.


Neurosis de causa física.
En 1892 describió dos neurosis de esta índole, que delineó tanto en su sintomatología como en su etiología. Publicó las conclusiones respectivas en 1895. Encontró, en cuanto a la neurastenia propiamente dicha, que estaba relacionada con una descarga sexual inadecuada, y especialmente con la masturbación. La neurosis de angustia, a su vez, estaba asociada a una excitación sexual indebida, cuyos efectos habían sido impedidos penetrar en la conciencia. En cuanto a esta última afección, era opinión de Freud que la energía sexual desviada de su curso se transformaba en angustia mórbida. Destacaba, al mismo tiempo, la semejanza de las manifestaciones físicas de esta angustia (palpitaciones, etc.) con las manifestaciones concomitantes del coito.


Psiconeurosis.
Freud inició su labor en este terreno con conocimiento de las contribuciones al tema realizadas por Breuer y por Charcot. Los trabajos de este último, con su insistencia en la importancia del trauma, perjudicaron su percepción de los aspectos dinámicos, y en cuanto a los de Breuer, el destacado papel que en ellos se atribuía a los estados hipnoides constituyó una demora para la plena valoración de la importancia de los mecanismos de defensa.
Sus observaciones personales en cuanto a los fenómenos de la “resistencia” y la “transferencia” datan aproximadamente de 1890 y 1892 respectivamente. Según declaró años después, estos dos conceptos debía considerarse el signo distintivo del psicoanálisis. El aporte más importante y original de Freud, en este terreno, fue su descubrimiento, en 1894, de que las psiconeurosis se deben a una intolerancia con respecto a recuerdos referentes a experiencias sexuales infantiles, cosa que condujo más tarde al descubrimiento de la sexualidad infantil (18989).
Comprobó que en la histeria las experiencias eran característicamente pasivas, en tanto que eran de naturaleza activa en la neurosis obsesiva. Creyó que las primeras eran experiencias de seducción, que a menudo se debería a adultos, pero a mediados de 1897 descubrió que los “recuerdos” en cuestión tenían su origen, la mayor parte de las veces, en fantasías.
Freud logró descubrir las diferentes etapas del conflicto entre el yo y los recuerdos penosos, desde el comienzo, y a correlacionar éstos con las correspondientes fases del desarrollo de las neurosis.


Teoría psicopatológica.
El aporte más importante de Freud en este terreno, entre 1890 y 1896, consiste en haber asignado su debida importancia a lo que él denominó la “defensa” manifestada por el yo consciente frente a ideas demasiado dolorosas para ser aceptadas. De esto se sigue, por un lado, toda la concepción del inconsciente disociado y las diversas y complicadas consecuencias del conflicto intrapsíquico, y por otro lado, el estudio detallado de cuáles eran precisamente estas ideas insoportables y por qué lo eran.
En 1892 escribía acerca de la tendencia de la psique a producir ideas “antitéticas”, que estorban a los propósitos conscientes. Pero ya antes de esto había comprobado el esfuerzo que demandaba el superar, en la mente de sus pacientes, la oposición a recuperar los recuerdos perdidos, oposición a la que dio el nombre de “resistencia”.
Dedujo entonces sin dificultad que la resistencia que mantiene alejados de la conciencia los recuerdos era simplemente, dicho de otro modo, la fuerza que los había alejado de ella desde el principio, fuerza a la que primeramente denominó “defensa”, poco después “represión”.
Esta idea de una represión voluntaria fue surgiendo paulatinamente. Antes de eso se había sentido intrigado por el problema de por qué el afecto de que venía investida la idea “disociada” no había sido descargado siguiendo las vías habituales, por qué la experiencia traumática no había sido absorbida. El hecho de que en tales circunstancias el afecto se canaliza por vía somática (conversión) o bien se desplaza a otras ideas (neurosis obsesiva), se debía a la represión.
La primitiva idea de un “trauma” sufrido en forma pasiva, es decir, de una seducción sexual, a la que estuvo adherido por mucho tiempo gracias a la influencia de las enseñanzas de Charcot, cedió su lugar, luego de cuatro años de insistencia, a la comprobación de que el paciente mismo, en cada caso, había participado personalmente en la experiencia. El concepto estático fue reemplazado por un concepto dinámico. Existían deseos e impulsos de los que el paciente se sentía responsable, y gracias a esta comprobación se hizo más inteligible el proceso de la represión volitiva.
En definitiva, el descubrimiento del carácter sexual de las experiencias olvidadas hizo que la comprobación de la sexualidad infantil resultara, a la corta o a la larga, inevitable. En la forma que había tomado ésta, en cada caso, Freud veía la respectiva “predisposición” a las diferentes psiconeurosis (y más tarde, a la formación del carácter), que anteriormente se atribuía exclusivamente a factores hereditarios.
Quedaba aún en pie el misterio de por qué el recuerdo de una determinada experiencia resultaba ser más patógeno, años más tarde, que en su tiempo la experiencia misma. Aquí Freud describió el proceso que denominó “retorno de lo reprimido” y trató de ofrecer una explicación en términos de cambios cuantitativos en el afecto en diferentes edades y en situaciones cambiantes.


sábado, 20 de octubre de 2012

LA SEXUALIDAD EN LA ETIOLOGÍA DE LAS NEUROSIS (1898)




El presente artículo puede considerarse como propagandístico en relación a todos los demás artículos anteriores consignados en este volumen. Su objetivo se centra en la promoción para la introducción por parte de los médicos en su práctica clínica; del elemento sexual como un recurso fundamental en la determinación y tratamiento de las neurosis. Dicho de otro modo, la noción de la sexualidad como etiología de la neurosis, que se fue desarrollando teóricamente artículo a artículo, aquí es recomendada ya como un logro para la práctica médica, logro que sólo una serie de prejuicios tradicionales sobre el tema de lo sexual se interpone a su aplicación.

Freud, pretende para la exploración psíquica de lo sexual, la misma naturalidad con que se asume la exploración clínico-anatómica de lo genital.
Si factores de la vida sexual se disciernen real y efectivamente como causas patológicas, averiguar tales factores y traerlos a colación se convierte, sin más reparos, en un deber del médico. La lesión del pudor en que de ese modo se incurre no es diversa ni más enojosa, se diría, que la inspección de los genitales femeninos por él emprendida para curar una afección local, a realizar la cual la propia academia lo obliga. (Pág. 258)

El factor sexual ha permitido a Freud establecer una delimitación y clasificación de las neurosis.

Una primera clasificación las agrupa en dos clases, según la preeminencia del período de tiempo que enmarca su etiología:

Neurosis actuales cuando es el presente.
Psiconeurosis cuando es el pasado.

El presente, puede entenderse como la expresión de una etiología de base somática; siendo así como encontramos conformando a las neurosis actuales: la neurastenia y la neurosis de angustia.

Estas dos entidades se encuentran diferenciadas por sus síntomas.
Aquí hallamos, por un lado, casos en que pasan al primer plano ciertos achaques característicos de la neurastenia (presión intracraneana, fatiga, dispepsia, obstrucción intestinal, irritación espinal, etc.), mientras que en otros casos estos signos quedan relegados, y el cuadro patológico se compone de otros síntomas, todos los cuales permiten discernir un nexo con el síntoma nuclear de la “angustia” (estado de angustia libre, inquietud, angustia de expectativa, ataques de angustia completos, rudimentarios y suplementarios, vértigo locomotor, agorafobia, insomnio, acrecentamiento del dolor, etc.). (Pág. 261)

Y por la especificidad de las vivencias sexuales que las producen.
La neurastenia se deja reconducir siempre a un estado del sistema nervioso como el que se adquiere por una masturbación excesiva o el que engendran unas frecuentes poluciones; y en la neurosis de angustia generalmente se hallan unos influjos sexuales que tienen en común el factor de la contención o la satisfacción incompleta (como coitus interruptus, abstinencia existiendo una viva libido, la llamada excitación frustránea, etc.). En el breve ensayo donde me empeñe en introducir la neurosis de angustia, declaré esta fórmula: la angustia es, en general, libido desviada de su empleo [normal]. (Pág. 262)

El pasado, puede entenderse como la expresión de una etiología de base representacional; siendo así como encontramos conformando a las psiconeurosis: la histeria y la neurosis de obsesiones.
Los sucesos e injerencias que están en la base de toda psiconeurosis no corresponden a la actualidad, sino a una época de la vida del remoto pasado, por así decir prehistórica, de la primera infancia, y por eso no son consabidos para el enfermo. Este los ha olvidado –sólo que en un sentido preciso-. (Pág. 261)


El médico hará bien entonces, apropiándose este conocimiento y guiando la intervención terapéutica siguiendo fijamente los pormenores de la vida sexual de sus pacientes; si desea confirmar un diagnostico de neurosis y tratarla efectivamente.

Puesto que la etiología de las neurosis apunta a vivencias sexuales “nocivas”, la terapia propendería por restablecer el equilibrio de una sexualidad satisfactoria.

Ahora bien, una gran parte de esta distorsión de la sexualidad descansa en la hipocresía, los prejuicios y la ignorancia con que la sociedad rodea lo sexual. 

Esto se traduce en la idea de que la terapia de la neurosis debe abogar –y en esto Freud es muy moderno- por la promoción social de la educación sexual.
En materia de profilaxis el individuo tiene poca influencia. Es el conjunto social el que debe interesarse por estos asuntos y aprobar la creación de instituciones sancionadas por la comunidad. (…)
Muchas cosas tendrían que cambiar. Es preciso quebrar la resistencia de una generación de médicos que ya no pueden acordarse de su propia juventud; debe vencerse la arrogancia de los padres que ante sus hijos no están dispuestos a descender al nivel de la compresión humana, y hay que combatir el irracional pudor de las madres, a quienes hoy por lo general les parece una fatalidad inescrutable e inmerecida que “justamente sus hijos se hayan vuelto nerviosos”. Pero, sobre todo, es necesario crear en la opinión pública un espacio para que se discutan los problemas de la vida sexual; se debe poder hablar de estos sin ser por eso declarado un perturbador o alguien que especula con los bajos instintos. Y respecto de todo esto, resta un gran trabajo para el siglo venidero, en el cual nuestra civilización tiene que aprender a conciliarse con las exigencias de nuestra sexualidad. (Págs. 270-271)



Dos ideas de cierto interés se destacan en el análisis que Freud realiza en la terapia de la neurastenia y las psiconeurosis:

1) Detrás de la neurastenia –afirma- se encuentra la práctica sexual de una masturbación excesiva que por ser esta un medio compulsivo de la procura de un placer, guarda algunos símiles con las adicciones en general.

Freud señala sobre las adicciones, primero; que el necesario proceso de deshabituación al que debe someterse el paciente, si sólo contempla un régimen de abstinencia sin trabajo alguno sobre los fundamentos de la necesidad que se expresa en la adicción, el porcentaje de recaída es muy alto.
La necesidad sexual, una vez despierta y satisfecha durante cierto tiempo, ya no es posible imponerle silencio, sino sólo desplazarla hacia otro camino. Por los demás, una puntualización enteramente análoga vale para todas las otras curas de abstinencia, que tendrán un éxito sólo aparente si el médico se conforma con sustraer al enfermo la sustancia narcótica, sin cuidarse de la fuente de la que brota la imperativa necesidad de aquella. (Pág. 268)
Segundo; que esta necesidad de las adicciones puede ser la expresión de una necesidad sexual frustrada.
Una indagación más precisa demuestra por lo general que esos narcóticos están destinados a sustituir –de manera directa o mediante unos rodeos- el goce sexual faltante, y cuando ya no se pueda restablecer una vida sexual normal, cabrá esperar con certeza la recaída del deshabituado. (Pág. 268)


2) Detrás de las psiconeurosis –afirma- se encuentran vivencias sexuales que se remontan al período de nuestra más temprana infancia, luego, no es del todo improcedente; concebir la existencia de una sexualidad infantil.

Su etiología eficiente –la de las psiconeurosis- está en vivencias de la infancia, y también aquí ciertamente –y de manera exclusiva-, en impresiones que afectan la vida sexual. Uno yerra al descuidar por completo la vida sexual de los niños; hasta donde alcanza mi experiencia, ellos son capaces de todas las operaciones sexuales psíquicas, y de muchas somáticas. Así como no es cierto que los genitales exteriores y ambas glándulas genésicas constituyan todo el aparato sexual del ser humano, tampoco su vida sexual empieza sólo con la pubertad, como pudiera parecer a la observación grosera. (Págs. 272-273)