jueves, 27 de septiembre de 2012

OBSESIONES Y FOBIAS “Su mecanismo psíquico y su etiología” (CONTINUACIÓN)



- Segundo grupo de ejemplos de obsesiones: reemplazo de representaciones por acciones.

Observación 6. Obsesión de aritmomanía. Una mujer había contraído la necesidad de contar siempre las placas del parqué, los escalones, etc., cosa que hacía en un estado de angustia ridículo.
Enderezamiento. Había comenzado a contar para distraerse de sus ideas obsedentes (de tentación). Lo había conseguido, pero la impulsión a contar había remplazado a la obsesión primitiva.

Observación 7. Obsesión “especulativa” (manía de cavilación). Una mujer sufría de ataques de esta obsesión, que sólo cesaban cuando ella estaba enferma, para dejar sitio a temores hipocondríacos. El tema del ataque era una parte del cuerpo o una función, por ejemplo la respiración: “¿Por qué hay que respirar? ¿Y si yo no quisiera respirar?”, etc.
Enderezamiento. Al comienzo había tenido miedo de volverse loca, fobia hipocondríaca bastante común entre las señoras no satisfechas por su marido, como era su caso. Para asegurarse de que no estaba por volverse loca, de que gozaba todavía de su inteligencia, había empezado a plantearse cuestiones, a ocuparse en problemas serios. Esto la tranquilizaba al principio, pero con el tiempo este hábito de la especulación sustituyó a la fobia. Desde hacía más de quince años alternaban en ella períodos de miedo (patofobia) y de manía de especulación. 

Observación 8. Manía de duda. Varios casos mostraron los síntomas típicos de esta obsesión, y se explicaron muy simplemente. Esas personas habían sufrido o todavía sufrían obsesiones diversas, y la conciencia de que la obsesión las había perturbado en todas sus acciones y había interrumpido muchas veces el curso de sus pensamientos provocaba una duda legítima en la fidelidad de su memoria. Cualquiera de nosotros verá vacilar su seguridad y estará obligado a releer una carta o a rehacer una cuenta si su atención fue distraída varias veces durante la ejecución del acto. La duda es consecuencia asaz lógica de la presencia de obsesiones.

Observación 9. Manía de duda (hesitación). La muchacha de la observación 4 se había vuelto extremadamente lerda en todas las acciones de la vida ordinaria, sobre todo es su toilette. Le demandaba horas anudarse los cordones de los zapatos o asearse las uñas de las manos. Daba como explicación que no podía hacer su toilette ni mientras la preocupaban los pensamientos obsedentes ni inmediatamente después, de suerte que se había acostumbrado a esperar un tiempo determinado tras cada retorno de la idea obsedente. 

Observación 10. Manía de duda, temor a los papeles. Una joven que había sufrido escrúpulos luego de haber escrito una carta, y que por ese mismo tiempo hacía un bollo con todos los papeles que veía, explicó esto confesando un amor que antaño no quiso revelar. A fuerza de repetirse de continuo el nombre de su bienamado, la asaltó el miedo de que ese nombre se hubiera deslizado bajo su pluma, de que lo hubiera trazado sobre algún pedazo de papel en uno de sus momentos de ensimismamiento. 

Observación 11. Misofobia. Una mujer se lavaba las manos cien veces por día y sólo tocaba los picaportes de las puertas con el codo.
Enderezamiento. Era el caso de Lady Macbeth. Los lavajes eran simbólicos y estaban destinados a sustituir por la pureza física la pureza moral que lamentaba haber perdido. Se atormentaba con remordimientos por una infidelidad conyugal cuyo recuerdo había decidido expulsar. Se lavaba también los genitales. (Págs. 78-79-80)


II. ANÁLISIS DE LAS FOBIAS.
Como se señalo al comienzo; la característica principal de las fobias es la especificidad del estado emotivo que expresan: Angustia/Ansiedad.

Para Freud este estado emotivo especifico, si bien se origina también en la vida sexual; no proviene de una idea inconciliable, si no del proceso biológico endógeno como tal.
Su etiología específica es la acumulación de la tensión genésica, provocada por la abstinencia o la irritación genésica frustránea (para expresar con una fórmula general el efecto del coito interrumpido, de la impotencia relativa del marido, de las excitaciones sin satisfacción de los novios, de la abstinencia forzada, etc.). (Pág. 82)

Como este proceso –de acumulación de tensión genésica frustránea- es el que caracterizará en desarrollos posteriores la delimitación etiológica de lo que será llamado “neurosis de angustia”, las fobias son vistas aquí como una manifestación de esta nueva entidad.

Es en esas condiciones, extremadamente habituales (sobre todo para la mujer) en la sociedad actual, que se desarrolla la neurosis ansiosa de la cual las fobias son una manifestación psíquica. (Pág. 82)

OBSESIONES Y FOBIAS “Su mecanismo psíquico y su etiología” (1895 [1894])




El presente artículo retoma y amplia la reflexión hecha en la sección II del artículo anterior “Las neuropsicosis de defensa”: esclarecer la etiología de las representaciones obsesivas y las fobias, dentro de la tarea mucha más general de delimitar y clasificar clínicamente las neurosis para así facilitar la intervención médica.

Las obsesiones y las fobias comparten entre sí la condición de ser expresiones de un estado emotivo intenso y de cierta idea asociada a el que por esto mismo se torna compulsiva.

Sin embargo, se diferencian también en la cualidad de ese estado emotivo que expresan.
Hay en toda obsesión dos cosas: 1) una idea que se impone al enfermo; 2) un estado emotivo asociado. Ahora bien, en la clase de fobias, ese estado emotivo es siempre la angustia, mientras que en las verdaderas obsesiones puede ser, con igual derecho que la ansiedad, otro estado emotivo, como la duda, el remordimiento, la cólera. (Pág. 75)


I. ANÁLISIS DE LAS OBSESIONES.
Tres son las principales características que se pueden observar de las obsesiones:

i) El estado emotivo que expresan siempre está justificado, es decir, que encuentra una explicación por medio del análisis.
Un análisis psicológico escrupuloso de estos casos muestra que el estado emotivo como tal está siempre justificado. La muchacha de la observación 1 tiene buenas razones para sus remordimientos; las mujeres de la observación 3, que dudaban de su resistencia a las tentaciones, sabían bien por qué; la muchacha de la observación 4, que detestaba a las sirvientas, tenía harto derecho para quejarse, etc. (Pág. 76)

ii) El estado emotivo que expresan se ha “eternizado”. Las ideas o representaciones asociadas pueden variar o mantenerse fijas, pero el estado emotivo permanecerá  constante.

iii) La creación de falsos enlaces.
La idea asociada ya no es la idea justa, la idea original; en relación con la etiología de la obsesión, ella es un reemplazante, un sustituto.
La prueba de ello es que siempre es posible hallar dentro de los antecedentes del enfermo, y en el origen de la obsesión, la idea original, sustituida. Las ideas sustituidas tienen caracteres comunes; corresponden a impresiones verdaderamente penosas de la vida sexual del individuo, que se ha esforzado por olvidar. Sólo ha logrado reemplazar la idea inconciliable por otra idea inapropiada para asociarse con el estado emotivo, que por su parte permaneció idéntico. Es este “falso enlace” entre el estado emotivo y la idea asociada el que explica el carácter absurdo propio de las obsesiones. (Pág. 76)


- Primer grupo de ejemplos de obsesiones: Reemplazo de representaciones por representaciones.

Observación 1. Una muchacha se hacía reproches (que sabía absurdos) de haber robado o falsificado dinero, tramado una conspiración, etc., según lo que hubiera leído ese día.
Enderezamiento de la sustitución. Se reprochaba el onanismo que practicaba en secreto sin poder renunciar a él. Fue curada mediante una vigilancia escrupulosa que le impidió masturbarse. 

Observación 2. Un joven estudiante de medicina, sufría una obsesión análoga. Se reprochaba todas las acciones inmorales: haber matado a su prima, desflorado a su hermana, incendiado una casa, etc. Hasta debía darse vuelta en la calle para ver si no había dado muerte al último que paso.
Enderezamiento. Había leído, en un libro cuasi-médico, que el onanismo, al que él estaba sujeto, corrompía la moral; y eso lo afecto.

Observación 3. Varias mujeres se quejaban de la obsesión de arrojarse por la ventana, herir a sus hijos con cuchillos, tijeras, etc.
Enderezamiento. Obsesiones de tentaciones típicas. Eran mujeres que, en modo alguno satisfechas en el matrimonio, se debatían contra los deseos y las ideas voluptuosas que las asaltaban a la vista de otros hombres.

Observación 4. Una muchacha, perfectamente sana de espíritu y muy inteligente, mostraba un odio incontrolable contra las sirvientas de la casa, odio que se le había despertado con ocasión de una sirvienta desvergonzada y se había trasmitido luego de una muchacha a otra, hasta volver imposible la atención del hogar. Era un sentimiento mezclado de odio y de disgusto. Daba como motivo que las suciedades de esas muchachas le estropeaban su idea del amor.
Enderezamiento. Esta niña había sido involuntariamente testigo de una cita amorosa de su madre. Se había cubierto el rostro y tapado las orejas, y puso el máximo empeño en olvidar la escena, que la disgustaba y le habría impedido permanecer junto a su madre, a quien amaba tiernamente. Lo consiguió, pero la cólera por haberle sido mancillada la imagen del amor persistió en ella, y con ese estado emotivo no tardó en asociarse la idea de una persona que pudiera reemplazar a la madre. 

Observación 5. Una muchacha se había aislado casi por completo a consecuencia del temor obsesivo a la incontinencia de orina. Ya no podía abandonar su habitación ni recibir una visita sin haber orinado antes numerosas veces. Únicamente no tenía ese miedo cuando se hallaba en reposo completo en su casa.
Enderezamiento. Era una obsesión de tentación o de desconfianza. No desconfiaba de su vejiga sino de su resistencia frente a una impulsión amorosa. El origen de la obsesión lo mostraba bien. Cierta vez, en el teatro, a la vista de un hombre que le gustaba había sentido unas ganas amorosas acompañadas (como siempre ocurre en la polución espontánea de las mujeres) de unas ganas de orinar. Se vio obligada a abandonar el teatro, y desde entonces fue presa del miedo de tener la misma sensación, pero las ganas de orinar habían sustituido a las amorosas. Curó por completo. (Págs. 76-77-78)

Ahora bien, la representación inconciliable original, puede ser reemplazada ya no por otra representación como en los ejemplos anteriores, sino también, por una acción que sirvió en aquel momento de conflicto como alivio o procedimiento protector.

Es por esto, que en el titulo de este artículo se habla de “obsesiones” y no de “representaciones obsesivas” como fue el tratamiento dado en el artículo de “Las neuropsicosis de defensa”.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

LAS NEUROPSICOSIS DE DEFENSA “Ensayo de una teoría psicológica de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis alucinatorias” (CONTINUACIÓN))



La gran mayoría de las representaciones inconciliables, y la angustia, comparten como fuente común; la vida sexual.

El análisis psíquico seria pues, una retraducción a lo sexual de las representaciones obsesivas y las fobias.

Citemos pues por extenso la retraducción que realiza Freud de tres casos clínicos:

1. una muchacha padece de reproches obsesivos. Si leía en el periódico sobre unos monederos falsos, daba en pensar que ella misma había fabricado moneda falsa; si en alguna parte un malhechor desconocido había perpetrado un homicidio, se preguntaba ella angustiosamente si no había cometido  ese asesinato. Y a la vez tenía clara conciencia del despropósito de estos reproches obsesivos. Durante cierto lapso la conciencia de culpa alcanzó tanto imperio sobre ella que ahogó su crítica, y se acusaba ante sus parientes y ante el médico de haber perpetrado realmente todos esos crímenes (psicosis por acrecentamiento simple – psicosis de avasallamiento). Un interrogatorio firme descubrió entonces la fuente de donde provenía su conciencia de culpa: Incitada por una sensación voluptuosa casual, se había dejado inducir por una amiga a la masturbación, y desde hacía años la practicaba con la cabal conciencia de su mala acción y los autorreproches más violentos, pero, como es habitual, inútiles. Un exceso tras asistir a un baile había provocado el acrecentamiento hasta la psicosis. La muchacha curó tras unos meses de tratamiento y de una vigilancia muy severa.
 
2. Otra muchacha sufría bajo el miedo de que la asaltaran las ganas y entonces se orinaría; ello después de una urgencia así la constriño realmente cierta vez a abandonar la sala de conciertos durante la ejecución. Esta fobia le había quitado poco a poco toda capacidad de goce y de trato social. Sólo se sentía bien si se sabía próxima a un baño al que pudiera ir sin ser advertida. Estaba excluida cualquier afección orgánica del gobierno sobre la vejiga que justificara ese malestar. Las ganas de orinar no le venían en su casa, en condiciones de tranquilidad, ni durante la noche. Un examen ahondado demostró que la presión en la vejiga le sobrevino la primera vez en las siguientes condiciones: en la sala de conciertos, no lejos de ella se había sentado cierto señor que no era indiferente a su sentir. Empezó a pensar en él y a pintarse cómo se sentaría a su lado siendo su esposa. Estando en esta ensoñación erótica, le sobrevino aquella sensación corporal que es preciso comparar con la erección del varón y que en ella –no sé si así ocurre en general- concluía con una ligera presión de vejiga. De esta sensación sexual, con la que ya estaba habituada, se espantó mucho ahora, porque entre sí había resuelto combatir esa inclinación y cualquier otra semejante; y un instante después este afecto se le trasfirió sobre las ganas de orinar concomitantes, constriñéndola a abandonar la sala tras una lucha martirizadora. En su vida ordinaria era tan mojigata que todo lo sexual le causaba intenso horror, y no podía concebir la idea de que se casaría alguna vez; por otra parte, era sexualmente tan hiperestésica que aquella sensación voluptuosa le aparecía con cualquier ensoñación erótica que se permitiese. Las ganas de orinar habían acompañado siempre a la erección, pero sin que ello la impresionara hasta aquella escena en la sala de conciertos. El tratamiento permitió dominar la fobia casi por completo. 

3. Una joven señora que tras cinco años de matrimonio tenía un solo hijo, se me quejo de su impulso obsesivo de arrojarse por la ventana o el balcón, y del miedo que la asaltaba, a la vista de cualquier cuchillo filoso, de acuchillar a su hijo. El comercio conyugal, confesó, se había vuelto raro y se lo practicaba sólo con cautelas anticonceptivas; pero –afirmó- no le hacía falta, pues no era de naturaleza sensual. Me atreví a decirle que a la vista de un hombre le acudían representaciones eróticas, que por eso había perdido la confianza en sí misma y se le antojaba que ella era una persona abyecta, capaz de cualquier fechoría. Esa retraducción de la representación obsesiva a lo sexual fue certera; confesó enseguida, llorando, su miseria conyugal por largo tiempo ocultada, y luego comunicó también unas representaciones penosas de carácter sexual inmodificado, como la sensación, que le retornaba a menudo, de pujarle algo debajo del vestido. (Págs. 56-57-58)


Queda pues por elucidar el papel que tendría el mecanismo de defensa en la etiología de la psicosis.

Si bien en la base de la psicosis puede rastrearse una situación conflictiva frente a representaciones inconciliables que justifican la defensa, esta parece operarse sin ejercer el divorcio descrito más arriba entre las representaciones inconciliables y su afecto. 
En los dos casos considerados hasta ahora, la defensa frente a la representación inconciliable acontecía mediante el divorcio entre ella y su afecto. Pero la representación, si bien debilitada y aislada, permanecía dentro de la conciencia. Ahora bien, existe una modalidad defensiva mucho más enérgica y exitosa, que consiste en que el yo desestima la representación insoportable junto con su afecto y se comporta como si la representación nunca hubiera comparecido. Sólo que en el momento en que se ha conseguido esto, la persona se encuentra en una psicosis que no admite otra clasificación que “confusión alucinatoria”. (Pág.59)

La defensa se alcanza mutilando la realidad inconciliable y afirmando a su vez la realidad deseada.
El yo se arranca de la representación insoportable, pero esta se entrama de manera inseparable con un fragmento de realidad objetiva, y en tanto el yo lleva a cabo esa operación, se desase también, total o parcialmente, de la realidad objetiva. (Pág. 60)

El ejemplo que se nos ofrece es el siguiente:
Una joven ha regalado a cierto hombre una primera inclinación impulsiva, y cree firmemente ser correspondida. Está, de hecho, en un error; el joven tiene otro motivo para frecuentar la casa. Los desengaños no tardan en llegar; primero se defiende de ellos mediante la conversión histérica de las experiencias correspondientes, y así conserva su creencia en que él vendrá un día a pedir su mano; no obstante, se siente desdichada y enferma, a consecuencia de que la conversión es incompleta y de los permanentes asaltos de nuevas impresiones adoloridas. Por fin, con la máxima tensión, lo espera para un día prefijado, el día de un festejo familiar. Y trascurre ese día sin que él acuda. Pasados ya todos los trenes en que podía haber llegado, ella se vuelca de pronto a una confusión alucinatoria. El ha llegado, oye su voz en el jardín, se apresura a bajar, con su vestido de noche, para recibirlo. Desde entonces, y por dos meses, vive un dichoso sueño cuyo contenido es: él está ahí, anda en derredor de ella, todo está como antes (antes de los desengaños de los que laboriosamente se defendía). (Pág. 59)


Por último, es importante recordar que la premisa central tanto del modelo terapéutico de la abreacción en general como de las explicaciones aquí ofrecidas en particular; es la existencia en nuestra psiquis de flujos energéticos que revisten a las representaciones.

En las funciones psíquicas cabe distinguir algo (monto de afecto, suma de excitación) que tiene todas las propiedades de la cantidad –aunque no poseamos medio alguno para medirla-; algo que es susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, y se difunde por las huellas mnémicas de las representaciones como lo haría una carga eléctrica por la superficie de los cuerpos. (Pág. 61)

LAS NEUROPSICOSIS DE DEFENSA “Ensayo de una teoría psicológica de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis alucinatorias” (1894)



Muchas de las observaciones realizadas en los enfermos histéricos parecen justificar la concepción de la existencia de cierto tipo de escisión de la conciencia en la base de estos fenómenos.

Tres son las principales posturas que intentan explicar la formación de esta escisión:

1) Como consecuencia de una degeneración hereditaria.
Según la doctrina de Janet, la escisión de conciencia es un rasgo primario de la alteración histérica. Tiene por base una endeblez innata de la aptitud para la síntesis psíquica, un estrechamiento del “campo de conciencia”, que como estigma psíquico testimonia la degeneración de los individuos histéricos. (Pág. 48) 

2) Como consecuencia de la profundización de estados de ensoñación.
Según Breuer, “base y condición” de la histeria es el advenimiento de unos estados de conciencia peculiarmente oníricos, con una aptitud limitada para la asociación, a los que propone denominar “estados hipnoides”. La escisión de conciencia es, pues, secundaria, adquirida; se produce en virtud de que las representaciones que afloran en estados hipnoides están segregadas del comercio asociativo con el restante contenido de conciencia. (Pág. 48)

3) Como consecuencia de un mecanismo psíquico de defensa.
La escisión del contenido de conciencia es la consecuencia de un acto voluntario del enfermo, vale decir, es introducida por un empeño voluntario cuyo motivo es posible indicar. (Pág. 48)

Freud, quien se identifica con esta tercera postura, la desarrolla en los siguientes términos:
Esos pacientes por mí analizados gozaron de salud psíquica hasta el momento en que sobrevino un caso de inconciliabilidad en su vida de representaciones, es decir, hasta que se presentó a su yo una vivencia, una representación, una sensación que despertó un afecto tan penoso que la persona decidió olvidarla, no confiado en poder solucionar con su yo, mediante un trabajo de pensamiento, la contradicción que esa representación inconciliable le oponía.
En personas del sexo femenino, tales representaciones inconciliables nacen las más de las veces sobre el suelo del vivenciar y el sentir sexuales, y las afectadas se acuerdan con toda la precisión deseable de sus empeños defensivos, de su propósito de “ahuyentar” {“empujar lejos”} la cosa, de no pensar en ella, de sofocarla. (Pág. 49)

Acerca del camino que desde el empeño voluntario del paciente lleva a la génesis del síntoma neurótico, me he formado una opinión que acaso en las abstracciones psicológicas usuales se podría expresar así: la tarea que el yo defensor se impone, tratar como “no acontecida” la representación inconciliable, es directamente insoluble para él; una vez que la huella mnémica y el afecto adherido a la representación están ahí, ya no se les puede extirpar. Por eso equivale a una solución aproximada de esta tarea lograr convertir esta representación intensa en una débil, arrancarle el afecto, la suma de excitación que sobre ella gravita. Entonces esa representación débil dejará de plantear totalmente exigencias al trabajo asociativo; empero, la suma de excitación divorciada de ella tiene que ser aplicada a otro empleo. (Pág. 50)
 
Es precisamente en el destino que encuentra esta “suma de excitación “divorciada por el mecanismo de defensa, donde Freud observa la posibilidad de poder explicar la etiología de la histeria, de ciertas representaciones obsesivas, fobias y psicosis.

- Destino Uno (Histeria): Trasposición a lo somático (Conversión)
En la histeria, el modo de volver inocua la representación inconciliable es trasponer a lo corporal la suma de excitación, para lo cual yo propondría el nombre de conversión.
La conversión puede ser total o parcial, y sobrevendrá en aquella inervación motriz o sensorial que mantenga un nexo, más íntimo o más laxo, con la vivencia traumática. El yo ha conseguido así quedar exento de contradicción, pero, a cambio, ha echado sobre sí el lastre de un símbolo mnémico que habita la conciencia a modo al modo de un parásito, sea como una inervación motriz irresoluble o como una sensación alucinatoria que de continuo retorna, y que permanecerá ahí hasta que sobrevenga una conversión en la dirección inversa. En tales condiciones, la huella mnémica de la representación reprimida {esforzada al desalojo} no ha sido sepultada, sino que forma en lo sucesivo el núcleo de un grupo psíquico segundo. (Págs. 50-51)

En una dirección inversa se apoyaría entonces, la psicoterapia:
El efecto del método catártico de Breuer consiste en volver a guiar la excitación, con conciencia de la meta, de lo corporal a lo psíquico, para forzar luego a reequilibrar la contradicción mediante un trabajo de pensamiento y a descargar la excitación por medio del habla. (Pág. 51)

- Destino Dos (Representaciones obsesivas y fobias): Permanencia en lo psíquico; Trasposición a representaciones no inconciliables.
Si una persona predispuesta [a la neurosis] no está presente la capacidad convertidora y, no obstante, para defenderse de una representación inconciliable se emprende el divorcio entre ella y su afecto, es fuerza que ese afecto permanezca en el ámbito psíquico. La representación ahora debilitada queda segregada de toda asociación dentro de la conciencia, pero su afecto, liberado, se adhiere a otras representaciones, en sí no inconciliables, que en virtud de este “enlace falso” devienen representaciones obsesivas. (Pág. 53)

Para el caso especifico de las fobias, sólo se atina a decir aquí, que la cualidad de la “suma de excitación” divorciada es la angustia y, que esta angustia es la que se transmite a las representaciones convirtiéndolas en fobias.
Para el enlace secundario del afecto liberado se puede aprovechar cualquier representación que por su naturaleza sea compatible con un afecto de esa cualidad, o bien tenga con la representación inconciliable ciertos vínculos a raíz de los cuales parezca utilizable como su subrogado. Por ejemplo, una angustia liberada, cuyo origen sexual no se debe recordar, se vuelca sobre las fobias primarias comunes del ser humano ante ciertos animales, la tormenta, la oscuridad, etc., o sobre cosas que inequívocamente están asociadas con lo sexual de alguna manera, como el orinar, la defecación, el ensuciarse, el contagio en general. (Pág. 55)