jueves, 29 de marzo de 2012

ESTUDIOS SOBRE LA HISTERIA ( V ) - Historiales clínicos.



1. Señorita Anna O. (continuación)

ii) Fantasmas de un año atrás.

Según afirma Breuer, el procedimiento asumido de facilitar la declaración de los “fantasmas del día”, llegaría a un punto muerto cuando a finales del año de 1881 la paciente se encontró de repente con que su angustia permanecía intacta.

Breuer descubre que esto se debe, no a la ineficacia del método recién asumido, sino a que la paciente estaba siendo “Martirizada” por una nueva capa de fantasmas enteramente desconcertantes pues pertenecían al año anterior.

Esos dos estados, decía, ya no difirieron meramente como antes, a saber, que en uno (el primero) ella era normal y en el segundo alienada, sino que en el primero vivía como los demás en el invierno de 1881-82, mientras que en el segundo vivía en el invierno de 1880-81 y había olvidado por completo todo lo sucedido después. (…)

El retraslado al año anterior se produjo con tanta intensidad que en su nueva vivienda alucinaba su dormitorio anterior, y cuando quería dirigirse hacia la puerta embestía la estufa, que en la nueva vivienda estaba situada, respecto de la ventana, como en la otra la puerta. (…)

Ahora bien, ese retraslado al período pasado no se producía de una manera general e indeterminada, sino que revivía día por día el invierno anterior. (Pág. 57)

Todo lo cual fue corroborado gracias a un diario que la madre llevaba de aquella época.


iii) Rememoración o declaración de los sucesos psíquicos responsables de la incubación de la enfermedad.

Al ejercicio de declaración que ya de por si se encontraba sobrecargado con la capa de los “fantasmas del día” y la capa de los “fantasmas del invierno del año anterior”, se le vino a sumar un nuevo nivel de rememoración; el de los sucesos detonadores de la enfermedad.

Este nuevo nivel o capa de recuerdos, pronto se mostro como esencial ya que tras ser declarado no sólo se alcanzaba la sensación de “sosegamiento” procurado con la declaración de los otros niveles, sino que lograba que los síntomas físicos desaparecieran de forma permanente.

La anterior implicación surge de la siguiente experiencia que vale la pena citar por extenso pues se convertiría en la piedra angular de esta primera etapa de la psicoterapia moderna:

La primera vez que por una declaración casual, no provocada, en la hipnosis del anochecer desapareció un síntoma que ya llevaba largo tiempo, quedé muy sorprendido. En el verano hubo un período de intenso calor, y la paciente sufrió mucho a causa de la sed; entonces, y sin que pudiera indicar razón alguna, de pronto se le volvió imposible beber. Tomaba en su mano el ansiado vaso de agua, pero tan pronto como tocaba sus labios lo arrojaba de sí como si fuera una hidrofóbica. Era evidente que durante esos segundos caía en estado de ausencia. Sólo vivía a fuerza de frutas, melones, etc., que le mitigaban su sed martirizadora. Cuando esa situación llevaba una seis semanas, se puso a razonar en estado de hipnosis acerca de su dama de compañía, a quien no amaba, y refirió entonces con todos los signos de la repugnancia cómo había ido a su habitación y ahí su perrito, ese asqueroso animal, había bebido de un vaso; ella no dijo nada pues quería ser cortés. Tras dar todavía enérgica expresión a ese enojo que se le había quedado atascado, pidió de beber, tomó sin inhibición una gran cantidad de agua y despertó de la hipnosis con el vaso en los labios. Con ello la perturbación desaparecía para siempre. (…)

A partir de estas experiencias –que los fenómenos histéricos se disipaban en esta enferma tan pronto como en la hipnosis reproducía el suceso que había ocasionado al síntoma-, a partir de allí, pues, se desarrollo un procedimiento técnico-terapéutico que no dejaba nada que desear en materia de consecuencia lógica y de realización sistemática. Cada síntoma de este enredado cuadro clínico fue abordado por sí; el conjunto de las ocasiones a raíz de las cuales había emergido fueron relatadas en secuencia inversa, comenzando desde el día anterior a aquel en que la paciente cayó en cama y yendo hacia atrás hasta el ocasionamiento de su primera emergencia; hecho esto, el síntoma quedaba eliminado para siempre. (Págs. 58-59)

Del período de incubación, Breuer destaca a un suceso en especial como el suceso donde emergieron los principales síntomas histéricos de la paciente, y que luego sus reiterados estados de ausencia terminarían por instalar de forma permanente.

Este suceso puede concebirse como la crisis de un prolongado período de tensión nerviosa por el cuidado de su padre enfermo.

Anna estaba sentada junto al lecho del enfermo, con el brazo derecho sobre el respaldo de la silla. Cayó en un estado de sueño despierto y vio cómo desde la pared una serpiente negra se acercaba para morderlo. (…)

Quiso espantar al animal, pero estaba como paralizada; el brazo derecho, pendiente sobre el respaldo, se le había “dormido”, volviéndose anestésico y parético, y cuando lo observó, los dedos se mudaron en pequeñas serpientes rematadas en calaveras (las uñas). (…)

Quiso en su angustia rezar, pero se le denegó toda lengua, no pudo hablar en ninguna, hasta que por fin dio con un verso infantil en inglés y entonces pudo seguir pensando y orar en esa lengua. (Pág. 62)

Breuer afirma al final que la declaración detallada de este suceso, facilitada por una reconstrucción material –teatralización- de la habitación donde había ocurrido; condujo a la liberación total de la paciente en relación a los síntomas histéricos que la martirizaban.

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