lunes, 6 de febrero de 2012

TRATAMIENTO PSÍQUICO “Tratamiento del alma” ( II )


I. Repaso de las experiencias que legitiman el flujo (direccionalidad) de lo anímico sobre lo corporal.

Con la consolidación de las ciencias naturales, la medicina se convertiría a su vez en el saber hegemónico sobre el hombre respecto a la determinación y tratamientos de las perturbaciones de su salud. Poco a poco esta situación conduciría a tomar a los seress humanos como realidades estrictamente materiales, es decir como estructuras meramente orgánicas. De cierta forma se proclamaba así el triunfo del cuerpo y se ejecutaba la proscripción del alma, lo que resultaba entendible en vista de los notables éxitos aparejados a este enfoque corporal.

Freud lo resume de la siguiente forma; “Tras un período bastante infecundo en que dependió de la llamada «filosofía de la naturaleza», la medicina, bajo el feliz influjo de las ciencias naturales, hizo sus máximos progresos como ciencia y como arte: ahondó en el edificio del organismo mostrando que se compone de unidades microscópicas (las células); aprendió a comprender en los términos de la física y de la química cada uno de los desempeños vitales (funciones), y a distinguir aquellas alteraciones visibles y aprehensibles en las partes del cuerpo que son consecuencia de los diversos procesos patológicos; por otro lado, descubrió los signos que delatan la presencia de procesos mórbidos profundos en el organismo vivo; identificó además gran número de los microorganismos que provocan enfermedades y, con ayuda de esas intelecciones que acababa de obtener, redujo extraordinariamente los peligros de las operaciones quirúrgicas graves. Todos estos progresos y descubrimientos concernían a lo corporal del hombre; y así, a raíz de una incorrecta (pero comprensible) orientación del juicio, los médicos restringieron su interés a lo corporal y dejaron que los filósofos, a quienes despreciaban, se ocuparan de lo anímico.” (Págs. 115,116)

El postulado central de este enfoque materialista podría expresarse como; “Toda perturbación o enfermedad del cuerpo se explica por el cuerpo mismo”. Sin embargo, ciertos grupos de hombres parecían contradecir este principio; los llamados enfermos nerviosos.

Muchos de estos hombres presentaban destacables perturbaciones físicas (incapacitantes, dolorosas y dramáticas) a las que el médico formado dentro del enfoque materialista no lograba asignarles una huella o rastro somático visible que les sirviera de explicación. Estas perturbaciones fueron entonces consideradas no sin cierta sensación de incomodidad como enfermedades funcionales en contraposición a las enfermedades que si dejaban una lesión o huella en la estructura orgánica del cuerpo. 

Con el tiempo estas enfermedades funcionales se designarían bajo el nombre general de neurosis, de las que la histeria por ser una de las variaciones por decirlo así; más histriónicas, lograría una mayor atención e interés de parte de la comunidad médica y del que el joven Freud también se dejo seducir.

Así pues, vemos como una de las más importantes experiencias para legitimar la direccionalidad de lo animo a lo corporal provenía del mismo campo de la medicina y era; la imposibilidad de su enfoque material para explicar y reducir todo lo que acontece en el cuerpo humano por el cuerpo mismo.

En las siguientes experiencias que ira citando Freud podremos apreciar que este énfasis en la direccionalidad de lo anímico a lo corporal no es más que la búsqueda del restablecimiento del equilibrio y la reciprocidad entre el cuerpo y “el alma” que el enfoque materialista pretendía destruir.

Breve recuento.
El influjo de lo anímico sobre lo corporal puede y de hecho registra muchísimos y diversos grados: desde los más sutiles y corrientes como lo son las contracciones musculares, las modificaciones de la afluencia sanguínea y hormonal, la temperatura, los movimientos y las posturas, las entonaciones de la voz y los gestos, todos ellos puestos en actividad como expresión de nuestras emociones; hasta las alteraciones mucho mas plásticas de nuestro cuerpo puestas en juego esta vez por afectos intensos y violentos como el miedo, la ira, el jubilo, la pena y la excitación sexual.

Un grado mayor de expresión de lo anímico se observa cuando a la intensidad de una emoción se le suma su permanencia en el tiempo lo que compromete nuestra salud. El caso más característico es la depresión. Varios señalan el influjo que posee esta en el desempeño de nuestro sistema inmunológico.

Siguiendo con la reseña de las experiencias citadas por Freud nos encontramos con el caso del proceso psíquico que denominamos “Atención” y su relación con el dolor. Todos algunas vez habrán podido experimentar por sí mismos y verificar esta relación; sobre como una atención desenfocada de un dolor (distracción) que nos aqueja logra mitigarlo hasta cierto punto y la concentración de nuestra atención sobre el mismo tiende a exasperarlo. 

El siguiente proceso psíquico en ser tomado en consideración por Freud es la expectativa. Esta, cuando es negativa, es decir, cuando es “espera de lo malo” (Freud la denomina “expectativa angustiada”) puede generar un desequilibrio en el organismo tan perturbador como el causado por la depresión. Efecto contrario se da cuando la expectativa es; “espera delo bueno” o “expectativa esperanzada”.
Esta segunda forma que toma la expectativa es analizada por Freud en el presente artículo de manera más extensa en los celebres casos de las “curas milagrosas”.

Hecho este breve recuento de experiencias que subrayan la realidad y riqueza de lo anímico junto con su influjo sobre lo corporal le permite a Freud abordar la cuestión de la búsqueda de recursos anímicos para el tratamiento psíquico. Para esta época sus esperanzas y entusiasmo estarían inclinadas hacia el fenómeno de la hipnosis.

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