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martes, 7 de febrero de 2012

TRATAMIENTO PSÍQUICO “Tratamiento del alma” ( IV )


SEGUNDA PARTE: Coordenadas para la moderna psicoterapia.

Primer principio: Lo anímico tiene influjo sobre lo corporal.
Este primer principio, por ser esencial y estar implícito en la definición misma de lo psicológico, la mayoría de las veces es tratado como si no necesitase explicación alguna, cuando lo correcto es que debe legitimarse continuamente de manera explícita en toda investigación y tratamiento que abordemos si es que se quiere en verdad que la psicología alcance la madurez científica.

Segundo principio:La intervención anímica es un fenómeno que está en la base  misma de toda relación humana por lo que es tan antigua como ella.
La intervención anímica es la más antigua forma de "intervención/creación" sobre la condición del “Ser Humano”, de ahí que todo intento de cura deberá tenerla muy en cuenta.
Los médicos practicaron tratamiento anímico desde siempre, y en tiempos antiguos en medida mucho más vasta que hoy. Si por tratamiento anímico entendemos el empeño por provocar en el enfermo los estados y condiciones anímicos más favorables para su curación, esta clase de tratamiento médico es históricamente la más antigua. Los pueblos de la antigüedad apenas disponían de otro tratamiento que el psíquico; jamás dejaban de reforzar el efecto de sus pócimas y medidas terapéuticas mediante un enérgico tratamiento anímico. (Pág. 123)

Los flujos anímicos se encuentran en la base misma de lo que nos hace humanos. Piénsese en que las crías de nuestra especie nacen en completo estado de indefensión y requieren para su supervivencia del cuidado expedito de sus padres por mucho tiempo. Esta actividad de cuidado refleja complejos flujos anímicos al ser nosotros seres nacidos también dentro de una matriz socio-cultural. Es esta temprana forma de interacción que nos forma y de la que depende nuestra adaptabilidad y supervivencia, la que legitima la extrapolación de la intervención anímica como elemento fundamental de todo tratamiento y cura.
El efecto probable de un remedio cualquiera prescrito por el médico, de una intervención que emprenda, se compone de dos partes. Una de ellas, ora más grande, ora más pequeña, pero nunca desdeñable del todo, es la aportada por la actitud anímica del enfermo. (Pág. 123)

Tercer principio: el médico está llamado a hacerse cargo de forma consciente de las condiciones y flujos anímicos del paciente para efecto del perfeccionamiento de la intervención terapéutica.
Desde que los médicos han reconocido con claridad la importancia del estado anímico para la curación, se les ocurrió la idea de no dejar ya librado al enfermo el monto de solicitación anímica que pudiera producir, y de conseguir el estado anímico favorable buscándolo conscientemente con los medios apropiados. De este empeño nace el moderno tratamiento anímico. (Pág. 124)

Cuarto principio: la perspectiva del tratamiento psíquico o de la moderna psicoterapia se encuentra íntimamente vinculada al esfuerzo por aumentar la intelección que se tiene de los procesos anímicos del hombre de forma global e interdependiente.
Hay perspectivas ciertas de que el moderno tratamiento anímico, consciente de su meta, que representa un renacimiento de los viejos métodos terapéuticos, pondrá en manos de los médicos armas todavía más poderosas para la lucha contra la enfermedad. Los medios y los caminos para conseguirlo estarán signados por una intelección más honda de los procesos de la vida anímica misma… (Pág. 132)

Una intelección más honda de los procesos de la vida anímica del hombre (condición para el éxito de toda psicoterapia), la entendemos como la construcción paralela de una “visión (teoría) total” de lo anímico humano.

Esta afirmación, aunque no puede desprenderse del presente artículo, si encontrara su legitimación en la obra entera de Freud. Además, es precisamente en esta relación entre totalidad y comprensión donde encontramos el camino para superar el exacerbado escepticismo de nuestros días en relación a la proliferación de múltiples enfoques psicoterapéuticos.

Quinto Principio: El estudio de lo patológico puede transformarse en una valiosísima herramienta epistemológica para la comprensión de lo “normal”.
Sólo tras estudiar lo patológico se aprende a comprender lo normal. (Pág. 118)

La propia obra de Freud recorre este camino ya que se anuncia primero en sus trabajos tempranos como psicopatología para después convertirse en psicología.

lunes, 6 de febrero de 2012

TRATAMIENTO PSÍQUICO “Tratamiento del alma” ( III )


I. Perspectivas y límites del uso de la hipnosis como recurso del tratamiento anímico.

El entusiasmo que muestra Freud por la hipnosis puede comprenderse por lo que llevamos dicho hasta el momento: en la hipnosis, Freud veía cumplida hasta cierto punto su esperanza de lograr fundar una psicoterapia que actuara y se desenvolviera científicamente desde lo anímico, y que expresaría en su reinterpretación de la palabra “tratamiento psíquico” como un tratamiento desde el alma en lugar de un tratamiento (simplemente) del alma.

Su esperanza se nutre en el hecho de que los elementos que moviliza y pone en juego el fenómeno de la hipnosis pueden ubicarse de manera clara en el terreno de lo anímico: el apalabramiento, las representaciones, el rapport, la sugestión. Adicionalmente, está el que los efectos de estos elementos presentes en la hipnosis se manifestaban en lo corporal haciéndolos observables y sujetos hasta cierto punto de control es decir de reproducción experimental.

Como vemos, no es deslumbramiento o inclinación natural por lo extraño y lo exótico lo que atrajo y capturo el interés de Freud hacia el fenómeno de la hipnosis, sino, más bien, fue una consecuencia deducible del problema mismo que buscaba comprender y resolver: la fundamentación de un tratamiento anímico que partiera de lo anímico mismo. Algo semejante podrá decirse en relación a su interés por la histeria.

Revisemos pues, la exposición que hace Freud de la hipnosis como recurso del tratamiento anímico.

Procedimiento hipnótico.
Primero, nos encontramos con los variados procedimientos que se utilizan para generar el estado hipnótico:

Lo común a ellos, es buscar un “encadenamiento de la atención” del paciente, para lo que se puede recurrir a distintos objetos que creen una atmosfera de monotonía o fatiga; fijar o mover una pequeña luz u objeto pequeño frente a los ojos, realizar ruidos o movimientos repetitivos, etc.

Otra forma que puede utilizarse de manera independiente o como refuerzo de la primera es el “apalabramiento” que sugiera y guie el estado de relajamiento, antesala del sueño hipnótico.


Características del estado hipnótico.
Tres características generales pueden señalarse como presentes en el estado hipnótico:

La primera es que la hipnosis no supone como condición, estado mórbido alguno en el paciente para que pueda realizarse. Es decir, que un sujeto que goza plenamente de su salud nerviosa, puede ser y es inducido a alcanzar el estado hipnótico.

La segunda es la de que existen diversos grados dentro del estado hipnótico mismo; desde el más profundo sueño hasta los más leves y superficiales adormilamientos.

La tercera es la de que si bien es cierto que se utiliza la palabra “sueño” para describir el estado hipnótico, la hipnosis no supone una pasividad absoluta y el hipnotizado conserva y manifiesta ciertas operaciones anímicas en ese momento, lo que resulta un argumento contra los que temen que estar hipnotizados significa quedar en total estado de indefensión ante los deseos y caprichos del hipnotizador.


Rapport.
A pesar de lo dicho más arriba, es evidente de que si existe una relación muy especial entre el hipnotizado y su hipnotizador. Relación que queda consignada en el concepto de Rapport:
Mientras que aquel (el hipnotizado) se comporta hacia el mundo exterior en un todo como lo haría un durmiente, vale decir, extrañando de él todos sus sentidos, permanece despierto respecto de la persona que lo puso en estado hipnótico, sólo a ella oye y la ve, la comprende y le responde. (Pág. 126)

Cuando este estado es alcanzado pueden iniciarse numerosas y variadas experiencias que legitimarían la existencia de la direccionalidad de lo anímico a lo corporal pues nacen claramente de las representaciones (palabras e ideas) sugeridas por el hipnotizador.

Es así como llegamos a la noción de Sugestión.


Formas principales de la sugestión.
Freud destaca dos formas de sugestión donde podemos apreciar lo enunciado más arriaba:

La Sugestión negativa: en ésta, a través del mero apalabramiento se hace que el hipnotizado ignore un aspecto evidente de la realidad, algo que en efecto está ahí, pero que desde ese instante resulta invisible o como si no existiese para el hipnotizado.

La sugestión poshipnotica: en ésta, las representaciones que se le sugieren al hipnotizado son para ser realizadas una vez despierto del trance hipnótico y vemos como efectivamente las lleva a cabo sin la menor sospecha de que le fueron inducidas, llegando incluso al punto de inventar motivos ficticios para poder explicarlas cuando se le interroga sobre el porqué las ha realizado.

Es precisamente en esta cualidad de la sugestión; la de prolongarse en la vida despierta del paciente, donde Freud (en esta etapa temprana de su obra) cifra su entusiasmo por el uso de la hipnosis como recurso del tratamiento anímico.

El hipnotizador buscara eliminar los síntomas del paciente a través de la introducción de representaciones contrarias.

Freud resume esta forma de tratamiento (por sugestión directa) de la siguiente forma:
El médico pone al enfermo en el estado hipnótico, le imparte la sugestión, modificada según las diversas circunstancias, de que no está enfermo, que tras despertar no registrará los signos de su dolencia; lo despierta después, y le es lícito abrigar la expectativa de que la sugestión habrá hecho lo suyo contra la enfermedad. Y tal vez, si una sola aplicación no bastó, habría que repetir el procedimiento tantas veces como fuera necesario. (Pág. 129)

Sin embargo, finalizando su artículo, Freud extrae de las propias características del estado hipnótico, las razones para moderar el entusiasmo que podamos sentir por este camino terapéutico, es decir, que aborda los límites de la hipnosis como recurso para el tratamiento anímico.

Límites de la hipnosis como recurso del tratamiento anímico.
El primer límite señalado por Freud radica en que no sólo no hay nada que garantice al médico alcanzar con sus pacientes los estados más profundos del sueño hipnótico, sino que tampoco existe garantía alguna de que todos sus pacientes sean hipnotizables.

El segundo límite es que como se dijo (en el supuesto de que se logre alcanzar un estado profundo de sueño hipnótico); no existe una obediencia absoluta del paciente en la que se desplegase el tratamiento (la introducción de representaciones contrastantes) sin fricciones y obstáculos. 

Es más (y aquí vemos un atisbo de un importante desarrollo posterior de su teoría), en los puntos esenciales en los que suelen fundarse los síntomas del paciente que se quieren eliminar, el paciente ofrece una enérgica lucha y resistencia ante el médico.
Si estamos frente a un enfermo, y se lo esfuerza por sugestión para que renuncie a la enfermedad, se observa que este es para él un gran sacrificio, no uno pequeño. El poder de la sugestión se mide, en verdad, con la fuerza que ha creado y mantiene a los fenómenos patológicos; pero la experiencia muestra que esta última es de un orden de magnitud por entero diverso de aquel al que pertenece el influjo hipnótico. (Pág. 131)

TRATAMIENTO PSÍQUICO “Tratamiento del alma” ( II )


I. Repaso de las experiencias que legitiman el flujo (direccionalidad) de lo anímico sobre lo corporal.

Con la consolidación de las ciencias naturales, la medicina se convertiría a su vez en el saber hegemónico sobre el hombre respecto a la determinación y tratamientos de las perturbaciones de su salud. Poco a poco esta situación conduciría a tomar a los seress humanos como realidades estrictamente materiales, es decir como estructuras meramente orgánicas. De cierta forma se proclamaba así el triunfo del cuerpo y se ejecutaba la proscripción del alma, lo que resultaba entendible en vista de los notables éxitos aparejados a este enfoque corporal.

Freud lo resume de la siguiente forma; “Tras un período bastante infecundo en que dependió de la llamada «filosofía de la naturaleza», la medicina, bajo el feliz influjo de las ciencias naturales, hizo sus máximos progresos como ciencia y como arte: ahondó en el edificio del organismo mostrando que se compone de unidades microscópicas (las células); aprendió a comprender en los términos de la física y de la química cada uno de los desempeños vitales (funciones), y a distinguir aquellas alteraciones visibles y aprehensibles en las partes del cuerpo que son consecuencia de los diversos procesos patológicos; por otro lado, descubrió los signos que delatan la presencia de procesos mórbidos profundos en el organismo vivo; identificó además gran número de los microorganismos que provocan enfermedades y, con ayuda de esas intelecciones que acababa de obtener, redujo extraordinariamente los peligros de las operaciones quirúrgicas graves. Todos estos progresos y descubrimientos concernían a lo corporal del hombre; y así, a raíz de una incorrecta (pero comprensible) orientación del juicio, los médicos restringieron su interés a lo corporal y dejaron que los filósofos, a quienes despreciaban, se ocuparan de lo anímico.” (Págs. 115,116)

El postulado central de este enfoque materialista podría expresarse como; “Toda perturbación o enfermedad del cuerpo se explica por el cuerpo mismo”. Sin embargo, ciertos grupos de hombres parecían contradecir este principio; los llamados enfermos nerviosos.

Muchos de estos hombres presentaban destacables perturbaciones físicas (incapacitantes, dolorosas y dramáticas) a las que el médico formado dentro del enfoque materialista no lograba asignarles una huella o rastro somático visible que les sirviera de explicación. Estas perturbaciones fueron entonces consideradas no sin cierta sensación de incomodidad como enfermedades funcionales en contraposición a las enfermedades que si dejaban una lesión o huella en la estructura orgánica del cuerpo. 

Con el tiempo estas enfermedades funcionales se designarían bajo el nombre general de neurosis, de las que la histeria por ser una de las variaciones por decirlo así; más histriónicas, lograría una mayor atención e interés de parte de la comunidad médica y del que el joven Freud también se dejo seducir.

Así pues, vemos como una de las más importantes experiencias para legitimar la direccionalidad de lo animo a lo corporal provenía del mismo campo de la medicina y era; la imposibilidad de su enfoque material para explicar y reducir todo lo que acontece en el cuerpo humano por el cuerpo mismo.

En las siguientes experiencias que ira citando Freud podremos apreciar que este énfasis en la direccionalidad de lo anímico a lo corporal no es más que la búsqueda del restablecimiento del equilibrio y la reciprocidad entre el cuerpo y “el alma” que el enfoque materialista pretendía destruir.

Breve recuento.
El influjo de lo anímico sobre lo corporal puede y de hecho registra muchísimos y diversos grados: desde los más sutiles y corrientes como lo son las contracciones musculares, las modificaciones de la afluencia sanguínea y hormonal, la temperatura, los movimientos y las posturas, las entonaciones de la voz y los gestos, todos ellos puestos en actividad como expresión de nuestras emociones; hasta las alteraciones mucho mas plásticas de nuestro cuerpo puestas en juego esta vez por afectos intensos y violentos como el miedo, la ira, el jubilo, la pena y la excitación sexual.

Un grado mayor de expresión de lo anímico se observa cuando a la intensidad de una emoción se le suma su permanencia en el tiempo lo que compromete nuestra salud. El caso más característico es la depresión. Varios señalan el influjo que posee esta en el desempeño de nuestro sistema inmunológico.

Siguiendo con la reseña de las experiencias citadas por Freud nos encontramos con el caso del proceso psíquico que denominamos “Atención” y su relación con el dolor. Todos algunas vez habrán podido experimentar por sí mismos y verificar esta relación; sobre como una atención desenfocada de un dolor (distracción) que nos aqueja logra mitigarlo hasta cierto punto y la concentración de nuestra atención sobre el mismo tiende a exasperarlo. 

El siguiente proceso psíquico en ser tomado en consideración por Freud es la expectativa. Esta, cuando es negativa, es decir, cuando es “espera de lo malo” (Freud la denomina “expectativa angustiada”) puede generar un desequilibrio en el organismo tan perturbador como el causado por la depresión. Efecto contrario se da cuando la expectativa es; “espera delo bueno” o “expectativa esperanzada”.
Esta segunda forma que toma la expectativa es analizada por Freud en el presente artículo de manera más extensa en los celebres casos de las “curas milagrosas”.

Hecho este breve recuento de experiencias que subrayan la realidad y riqueza de lo anímico junto con su influjo sobre lo corporal le permite a Freud abordar la cuestión de la búsqueda de recursos anímicos para el tratamiento psíquico. Para esta época sus esperanzas y entusiasmo estarían inclinadas hacia el fenómeno de la hipnosis.

TRATAMIENTO PSÍQUICO “Tratamiento del alma” (1890) ( I )


Hacia una aplicación del método científico en el tratamiento anímico o el nacimiento de la moderna psicoterapia.

En la actualidad el estudiante o profesional de psicología que ha decidido dedicar su interés y esfuerzos a la práctica clínica, asiste a una inquietante proliferación de variadísimas formas de psicoterapia. Tal situación le plantea importantes interrogantes sobre cómo debe orientar su ejercicio en un contexto tan sobredeterminado y primordialmente, sobre como salvaguardar la justa expectativa por lograr alcanzar una compresión global y coherente de lo psíquico y de las patologías que le perturban.

La obra de Sigmund Freud se ubica en el punto intermedio entre la intervención anímica “mágica-religiosa-filosófica”, y los esfuerzos por aplicar el método científico a esta forma de intervención sobre el hombre. Es más, podemos tomar su obra como la que inaugura estos esfuerzos y en ese sentido todas las posteriores formas de psicoterapia vienen a ser deudoras de la suya.

Siendo pues esta la idea que me propongo desarrollar aquí, la sesión de hoy estará divida en dos partes:
En la primera parte presentare un resumen puntual del articulo de Freud de 1890 “Tratamiento psíquico (Tratamiento del alma)”. Mientras, en una segunda parte, sirviéndome de distintos pasajes extraídos del mismo artículo intentare elaborar (ejemplificando) las que considero fueron las coordenadas teóricas que darían origen y guiarían en sus primeros desarrollos a la moderna psicoterapia.


Primera parte: Resumen.
En el presente artículo, apreciamos como Freud expone bellamente lo que considera vendría a ser la psicoterapia moderna. Digo bellamente pues para esto Freud utiliza una reinterpretación libre de la imagen que nos comunica la palabra; “Tratamiento psíquico”

Supeditándonos a la traducción común de psique como “alma”, el tratamiento psíquico se ha entendido comúnmente como “tratamiento del alma”, es decir, como tratamiento de los problemas de la vida anímica. Sin embargo, para Freud, la traducción; “Tratamiento desde el alma” captaría de mejor manera la función que la moderna psicoterapia está destinada a desarrollar; pues la psicoterapia no se aplicaría meramente a lo anímico como sugiere la primera traducción, sino que, se funda y despliega "desde" lo anímico.

Esta sutil distinción; “de/desde”, nos señala una cuestión mucho más significativa; el problema de la direccionalidad de los fenómenos psíquicos y el cuerpo.

La visión del tratamiento psíquico como “tratamiento desde el alma”, enfatiza que lo anímico fluye e influye en lo corporal y que no es la dimensión aislada, autocontenida y pasiva que el enfoque materialista nos ha querido presentar.

El médico deberá pues, tomar conciencia de las dinámicas reales de estos flujos anímicos para sacar de allí y construir, las herramientas que le faciliten su labor terapéutica.

Es precisamente en la búsqueda que hace Freud de esos recursos anímicos donde aparece aquí de manera explícita la referencia a “La Palabra” como un medio poderoso del tratamiento psíquico. Más “La Palabra” de la que nos habla Freud en esta etapa temprana de su obra se encuentra aun lejos de ser La palabra; “Confesión, revelación, liberación” del psicoanálisis. Aquí, la palabra es extraña (externa) al paciente, le pertenece al médico pues es “palabra/mandato” o como el mismo autor lo expresa; “Palabra/ensalmo”. Esta concepción externa de la palabra (como veremos más adelante en este ciclo) está ligada o mejor se forma bajo la sombra del método de la hipnosis.

Lo dicho hasta aquí, nos permitirá dividir a su vez esta primera parte de mi exposición en dos sub-partes: en la primera veremos a Freud concentrado en fundamentar la legitimidad de la direccionalidad que fluye de lo anímico a lo corporal, para lo cual nos presenta un recuento de experiencias que pertenecen a una suerte de zona gris que no ha podido ser conquistada por el enfoque material/organicista de la medicina.
En una segunda parte; Reconocida la realidad del flujo de lo anímico sobre lo corporal, veremos cómo Freud propone y analiza a la hipnosis como un recurso importante para ser tenido en cuenta en el tratamiento psíquico.