2. CASO EMMY VON N. (Continuación)
IV. MECANISMOS PSÍQUICOS DE LA HISTERIA EN EL CASO
EMMY.
De manera general la
histeria es concebida por Freud como la expresión de “montos de afecto”
latentes en el sistema nervioso por no haber tenido una descarga adecuada en el
pasado.
Consideramos los síntomas histéricos como unos afectos y unos restos de
excitaciones de influencia traumática sobre el sistema nervioso. Tales restos
no quedan pendientes cuando la excitación originaria fue drenada por abreacción
o un trabajo del pensar. Aquí uno ya no puede negarse a tomar en cuenta unas
cantidades (aunque no mensurables), a concebir el proceso como si una suma de
excitación {Summe von Erregung} llegada al sistema nervioso se traspusiera {umsetzen} en un síntoma permanente en la medida en
que no se empleó en la acción hacia afuera proporcionalmente a su monto. Ahora
bien, en la histeria estamos habituados a descubrir que una parte considerable
de la “suma de excitación” del trauma se trasmude {umwandeln} en un síntoma puramente corporal. Este es
el rasgo de la histeria que durante tanto tiempo estorbó concebirla como una afección
psíquica. (Pág. 105)
Ahora bien, para
explicar el cuadro de síntomas de Emmy, Freud nos ofrece una compilación de
hipótesis suyas formuladas en diversos momentos de su aun incipiente obra.
El tic es explicado
como surgido por la objetivación de una “representación contrastante” o
“voluntad contraria”, mecanismo expuesto en su artículo “Un caso de curación hipnótica”
y que retoma aquí de la siguiente forma:
La histérica, agotada por sus cuidados y su
velar, está sentada junto al lecho de su hija enferma, quien ¡al fin! Se ha dormido y dice: “Ahora
debes quedarte totalmente quieta para no despertar a la pequeña”. Es probable
que este designio evocara una representación contrastante, el miedo de hacer
empero un ruido que turbara el tan ansiado sueño de la niña. Tales
representaciones contrastantes respecto de un designio se engendran también en
nosotros de manera notable cuando no nos sentimos seguros en la ejecución de un
designio importante.
El neurótico, en cuya conciencia de sí rara
vez se echa de menos un sesgo de depresión, de expectativa angustiada, forma
estas representaciones contrastantes en mayor número o las percibe con más
facilidad; también le parecen más sustantivas. Ahora bien, en el estado de
agotamiento en que se halla nuestra enferma, la representación contrastante,
que en situación ordinaria habría sido rechazada, resulta ser la más intensa;
es ella la que se objetiva y entonces produce realmente, para espanto de la
enferma, el ruido que temía. Con miras a explicar el proceso total supongo
además que el agotamiento es parcial; sólo atañe –según se diría en la
terminología de Janet y sus discípulos- al yo primario de la enferma, pues no
trae como consecuencia que también la representación contrastante se debilite.
(Págs. 110, 111)
Los desordenes alimenticios de la paciente y la abulia (inhibición de la
voluntad) son explicados en cambio, como surgidos por una inaccesibilidad que
adquieren ciertas representaciones para el Yo, al encontrarsen inmersas en
enlaces con afectos no tramitados –inconscientes-. Mecanismo que expone en su
artículo “Estudio comparativo de las parálisis orgánicas e histéricas” y
cuya conclusión resume aquí:
En el llegué al supuesto de que la causa de
estas –las parálisis histéricas- residiría en que el círculo de
representaciones de una de las extremidades, por ejemplo, sería inaccesible
para nuevas asociaciones; y a su vez esta inaccesibilidad asociativa se debería
a que la representación del miembro paralizado permanece englobada {einbeziehen} en el recuerdo del trauma, gravado este
por un afecto no tramitado. Puntualicé, tomando ejemplos de la vida corriente,
que una investidura así de una representación con afecto no tramitado conlleva
siempre cierto grado de inaccesibilidad asociativa, de inconciliabilidad con
nuevas investiduras. (Pág. 108)
Los dolores de la
paciente son tomados como en su origen con una posible base orgánica pero que
luego han devenido símbolos mnémicos
de una situación traumática que coincidió en el tiempo con la manifestación
primaria y objetiva de ese dolor.
Una parte de los dolores eran sin duda de
base orgánica, (…) otra parte de los dolores eran, con extrema probabilidad,
recuerdos del dolor, símbolos mnémicos de las épocas de emociones y de cuidado
de enfermos que tanto lugar habían ocupado en la vida de la paciente. (Pág.
109)
Por último, como se
observo, la mayoría de las alucinaciones se remitieron a series de sucesos
traumáticos del pasado de la paciente a los que se accedió por la ampliación de
su memoria por medio del uso de la hipnosis.
Sin embargo, para el
otro síntoma principal; la intensa angustia que experimenta Emmy, se insinúa –y
esto en relación a desarrollos teóricos posteriores- como producto de una
retención de grandes sumas de excitación derivadas no de un suceso traumático
exterior sino por la prolongación de una abstinencia sexual.
Me entra la sospecha de que esta mujer
violenta, capaz de tan intensas sensaciones, no pudo triunfar sobre sus
necesidades sexuales sin serias luchas y sin sufrir de tiempo en tiempo un
agotamiento psíquico en el ensayo de sofocar esta pulsión, la más poderosa de
todas. (Pág. 120)
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